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Si al Gobierno del presidente Sánchez le quedase un mínimo de credibilidad o, al menos, un ápice de decencia, nos habríamos levantado ayer con la noticia del cese fulminante del director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias, el inefable doctor Simón. Razones para echarlo han abundado a lo largo del tiempo que llevamos desde que, allá por el mes de marzo, dijese que desaconsejaba por completo llevar mascarilla para protegerse -y proteger a los demás- del contagio del coronavirus Covid-19. Pero hay gestos que van más allá de la simple incompetencia.

Los periodistas anduvieron anteayer en busca del rastro del doctor Simón, ausente en la rueda de prensa que analiza o, mejor dicho, describe la evolución de la pandemia en España. No lo encontraron porque, según supimos un día más tarde, estaba en Mallorca grabando un programa para la televisión en compañía del aventurero Jesús Calleja. ¿Un programa de qué? ¿Se trataría de un recorrido por las zonas más afectadas por el virus? No, claro que no. El supuesto responsable del control de los rebrotes que están asolando media España se vino a Mallorca a montar en globo.

Incluso unos fabuladores de la talla de quienes llevan el gabinete del presidente Sánchez se van a tener que estrujar los sesos buscando el sentido de la escapada en globo en medio de lo peor de la reactivación de la pandemia. Ni siquiera sirve sostener que el epidemiólogo oficial del reino andaba promoviendo nuevas fórmulas creativas para el turismo porque lo de compensar la crisis de las compañías aéreas llevaría antes a la bicicleta que al globo. Los encargados de ocultar la presencia de Simón en la isla impedían acercarse a él para preguntarle de qué iba la cosa. Y su sustituta en la rueda de prensa del Covid-19, la secretaria de Estado de Sanidad Silvia Calzón dijo que el epidemiólogo estaba disfrutando de un merecido descanso. Que estaba de vacaciones; justo en el día en que los periódicos alertaban del colapso de la atención primaria, desbordada ya por la segunda ola del virus.

Cabe imaginar, pues, que lo que hizo Simón en Mallorca en un abnegado esfuerzo y bajo el disfraz de unas vacaciones ni merecidas ni explicables fue sondear la posibilidad de alejar en globo a la población de la superficie contaminada por el virus. A eso de cien metros de altura, digo yo, no debe quedar ningún patógeno y las mascarillas deben de nuevo ser innecesarias. ¿Que va a resultar difícil poner un globo a disposición de cada ciudadano que viva en zonas de riesgo? Supongo que sí pero estoy convencido de que detalles de ese estilo se nos explicarán de forma pormenorizada cuando se emita el programa de televisión con Simón y Calleja en los papeles de Batman y Robin luchando hasta el agotamiento con el malvado pingüino.

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