Un encuentro causal con Elisabeth y una charla sobre su recién finalizado máster en psicopatología infantil me transportan por un momento a un aula treinta años atrás, a mi época de universitario, pero también me llevan de inmediato a reflexionar acerca del esfuerzo que nuestros hijos han realizado este maldito año. Esfuerzo que no parece que haya finalizado en la actualidad a tenor de los datos que diariamente observamos.

Ellos han visto cómo su mundo se trasformaba en cuestión de días: cierre de colegios y parques, confinamiento, falta de espacio vital, cambio de horarios, bombardeo de noticias sobre la pandemia, desconexión de los amigos, distanciamiento y separación de abuelos y familia en general€

Varios estudios clínicos han comenzado a valorar, como era de prever, las posibles secuelas psicológicas y conductuales que la pandemia dejará en niños y jóvenes. La ansiedad, el aislamiento, la frustración, el estrés y el miedo, son vivencias que inciden en los estados cognitivos durante el desarrollo de maduración. La psicomotricidad, la socialización, el aprendizaje mismo pueden verse afectados.

Padres y docentes podrían pronto detectar casos de chavales con retrocesos a estados evolutivos que ya habían sido superados, conductas disruptivas, rabietas desmedidas, injustificadas, falta de energía vital, apatía€ Los niños han observado a los mayores y han sentido el miedo y la preocupación que estos transmitían, sentimientos que han vuelto ahora con motivo del inicio del curso.

Pero a las consecuencias psicológicas habrá que añadir las de carácter psicosocial, que también dejarán huella segura. El Programa Mundial de Alimentos prevé que alrededor de 368 millones de niños de 143 países sufrirán inseguridad alimentaria en 2020, ya que el cierre de escuelas eliminará su principal fuente de alimentación.

No hace falta ir al extranjero. Un paseo por algunos barrios valencianos basta para comprender que no somos ajenos a esa cruel realidad. Y Save The Chidren adelanta que al final de este año la pobreza infantil en España aumentará en siete puntos, llegando al 33%, nada menos que a 2,7 millones de niños.

Por eso no se entiende que desde algún ayuntamiento se rechacen e incluso castiguen iniciativas solidarias dirigidas a alimentar a quienes sufren estrecheces en barrios particularmente afectados y que, según la propaganda oficial, iban a ser referentes de la recuperación, ejemplos de una forma diferente de hacer política...

Pero hoy quiero destacar por encima de todo que los más pequeños han sido héroes también en la pandemia, recluidos a veces en escasos metros y no siempre en las mejores condiciones. Merecen nuestro reconocimiento y, más que nunca, nuestra atención.