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Mercè Marrero

Pararse a pensar

Hay dos anécdotas que me ponen de buen humor. La primera me la contó un amigo que, tras la jubilación del recepcionista de su empresa, descubrió una agenda telefónica vacía de números, salvo en la sección de la letra “P”, saturada de teléfonos con referencias a “Por si necesito un carpintero”, “Por si necesito un fontanero” o “Por si necesito un médico”. La otra anécdota tiene como protagonista a un mecánico de motores de barco. El susodicho presentó una factura de importe astronómico y en el desglose de la dolorosa destacaba un “Dos horas por pensar”. La primera anécdota tiene su punto tierno y la segunda su no sé qué de cierto. Y es que, superada la fase de rabia, hay que reconocer que el ítem derrocha sabiduría. Antes de actuar, piensa. Y, en determinados ámbitos, cuanto más pensemos, mejor actuaremos. 

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