Con cincuenta euros puedes comprar unas zapatillas, unos vaqueros o subir las escaleras del club. Es muy barato comprar sexo con una mujer extorsionada, pero a qué precio. Las mujeres no se compran». Así reza la campaña de sensibilización de la comunidad de Castilla-La-Mancha con motivo del Día internacional contra la explotación sexual y la trata de mujeres, niñas y niños, el pasado 23 de septiembre. Es un día para denunciar que 1,8 millones de personas en el mundo son sometidas a explotación sexual y al tráfico, en su mayoría mujeres y niñas. Los días sirven para lo que sirven, fundamentalmente para sensibilizar a las instituciones, a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado y a la sociedad civil, porque hay conductas delictivas y conductas social y éticamente reprochables.

He tenido la oportunidad de leer el Informe criminológico del 2020 de la Guardia Civil que corresponde a la actividad desarrollada durante el año 2019 sobre Trata de Seres Humanos (TSH) y Explotación sexual y laboral, a partir de la información que maneja la Guardia civil y la Secretaría de Estado de Seguridad, en una lucha contra lo que se considera la «esclavitud del siglo XXI». La trata de seres humanos es un delito que consiste en «la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otras, con fines de explotación». Entre las diferentes operaciones o investigaciones que lleva a cabo la Guardia Civil se encuentran la trata de seres humanos con fines de explotación sexual, con fines de explotación laboral, para matrimonios forzados, para actividades delictivas, explotación sexual y laboral. Del informe se desprende el componente transnacional de los delitos y la perspectiva de género. El 97 % de las víctimas de trata o explotación durante el año 2019 tienen una nacionalidad distinta a la española. Aunque la TSH no tiene por qué estar relacionada con el tráfico de migrantes, existen factores de vulnerabilidad que favorecen la captación y que una persona tenga mayor riesgo de convertirse en víctima, uno de ellos es la nacionalidad, así como su condición de situación irregular. Es frecuente que las víctimas en operaciones de esta tipología delictiva se encuentren en una situación de necesidad o de pobreza en el país de origen y que el traslado a España sea por causas de búsqueda de oportunidades.

En la TSH con fines de explotación sexual existe un claro componente de género. De acuerdo con la definición de violencia contra las mujeres que aparece en el Convenio de Estambul, aparece una demoledora realidad y es que este delito afecta al sexo femenino de manera claramente desproporcionada. El perfil de las víctimas es una mujer joven, entre 25 y 35 años, de nacionalidad extranjera, en situación irregular en España y sometida a causa de su situación de extrema vulnerabilidad. Las mujeres que llegan a nuestro país para ser explotadas sexualmente son víctimas, en su mayoría, de las organizaciones delictivas dedicadas a la trata o explotación. Una vez aquí son alojadas en pisos o clubes donde pasan a ser explotadas sexualmente o a desarrollar la prostitución coactiva. Es cuando descubren el engaño, no pueden salir de esta situación porque deben el pasaje, el alojamiento y la manutención y además son amenazadas violentamente si intentan escapar. Dicho coloquialmente: cuando se paga por consumir sexo, pagas por una esclava. No las llamemos prostitutas, sino mujeres prostituidas, víctimas de la trata y la explotación sexual por su condición vulnerable. Llamemos a las cosas por su nombre porque el lenguaje es importante y contribuye, aun sin darnos cuenta, a normalizar actos y conductas. En cuanto a las inspecciones en los lugares en los que puede existir la trata de seres humanos con fines de explotación sexual, la Comunitat Valenciana, Alicante en concreto, se encuentra en posición destacada. ¿Somos conscientes de lo que hay detrás de esas luces de neón que jalonan las carreteras y pueblos de nuestro entorno? Si el perfil de la mujer víctima de trata con fines de explotación sexual es una mujer joven y extranjera, los propietarios de los negocios inspeccionados, los trabajadores y consumidores son hombres. Ellas vienen de fuera para negocio y consumo nacional. Es el comercio de la vergüenza.

El pasado miércoles 23 de septiembre, el Congreso de los Diputados y el Senado aprobaron una declaración institucional con motivo del Día internacional contra la explotación sexual y la trata de mujeres, niñas y niños que firmaron todos los grupos políticos, sin excepción. En ella, se advierte de la vulneración de los derechos humanos que supone la explotación sexual y se hace un llamamiento a la ciudadanía, especialmente a los hombres, para que muestren su absoluto rechazo a la explotación sexual. Debe quedar claro que la trata es el medio para surtir el mercado de la prostitución, la pornografía y hasta los vientres de alquiler. El compromiso político e ideológico es ineludible y no caben medias tintas. De lo contrario, nos arriesgamos, como bien dice Amelia Valcárcel, a percibir la infamia como algo corriente.