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Julio Monreal

El póker de los impuestos

El póker de los impuestos

La diversidad de pensamiento en el seno del Consell de la Generalitat hace posible que se pongan en marcha planes de fomento del turismo interior con el programa «Viatgem a la Comunitat Valenciana» y al mismo tiempo se reafirme el apoyo a la implantación de la tasa turística que un día cercano puede gravar las estancias en establecimientos. ¿Qué es lo que vale? ¿Con qué ha de quedarse el ciudadano? ¿Con que el Govern sufragará hasta con 600 euros las pernoctaciones de los valencianos en locales turísticos de la Comunitat para ayudar al sector en plena pandemia o con que habrá que pagar uno o dos euros por noche en esos mismos locales a los que se dice queder echar una mano fomentando su uso?

PSPV-PSOE, Compromís y Unides Podem han empezado a jugar una partida de cartas que tiene que ver con el desgaste de la convivencia, las estrategias electorales y las lecciones de la pandemia

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Los impuestos, la fiscalidad global valenciana, han tomado el centro del debate político tras la sesión sobre el Estado de la Comunitat y poco antes de la formulación de los presupuestos para 2021, dejando a la vista las diferencias y las tensiones existentes entre los tres grupos que componen el Botànic II. PSPV-PSOE, Compromís y Unides Podem han empezado a jugar una partida de cartas que tiene que ver con el desgaste de la convivencia, las estrategias electorales y las lecciones de la pandemia. La lucha contra el coronavirus los mantiene unidos, pero la política del presente, y sobre todo del futuro, les lleva a buscar la guardia baja del compañero, rival en su mismo espacio electoral.

La mecha la encendía la consellera de Emergencia Climática y Transición Ecológica, Mireia Mollà, hace solo siete días en una entrevista con Levante-EMV, en la que planteaba abiertamente la conveniencia de establecer lo que se conoce como fiscalidad verde, nuevos impuestos que penalicen las actividades que perjudican el medio ambiente. La también titular de Agricultura señalaba a las industrias del sector de la cerámica como ejemplo de las que tendrán que soportar nuevas cargas impositivas y discrepaba abiertamente con su homóloga en el Gobierno de España, la vicepresidenta Teresa Ribera, por mantener las subvenciones a los vehículos de combustibles fósiles en vez de apostar exclusivamente por los eléctricos. La crítica de Mollà podría haber sido dirigida expresamente al presidente de la Generalitat, Ximo Puig, quien defiende la misma «transición fiscal» que la Moncloa a la vista de que la práctica totalidad del parque móvil se mueve hoy y se moverá los próximos años con gasóleo y gasolina.

La mecha la encendía la consellera de Emergencia Climática y Transición Ecológica, Mireia Mollà, hace solo siete días en una entrevista con Levante-EMV, en la que planteaba abiertamente la conveniencia de establecer lo que se conoce como fiscalidad verde

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La andanada de Mollà parecía solo un cohete aislado, hasta que el jueves el síndic de Compromís en les Corts, Fran Ferri, utilizaba la sesión de control al Govern del que los suyos forman parte para sorprender a los socios con la defensa de un nuevo sistema fiscal valenciano con la creación de nuevos impuestos: tipos más altos en el tramo autonómico del IRPF para las rentas superiores a 140.000 y 175.000 euros anuales; tributos a los grandes tenedores de viviendas vacías; recargos en las bebidas azucaradas y en la eliminación de residuos en vertederos ; gravámenes por el transporte de energía y telefonía, tasa turística y estudio de nuevas fórmulas de recaudación por actividades que incidan en el cambio climático y la transición energética.

Sólo 24 horas antes se había gestado en las Corts la llamada ley de acompañamiento a los presupuestos de 2021, un marco previo a las cuentas formales, sin que ni Compromís ni Podemos expresaran reserva alguna ni propuesta fiscal novedosa. Sí cabe anotar una variación política sustancial: el marco presupuestario elaborado por el conseller Vicent Soler era tan «redondo» que hasta el recién proclamado líder autonómico de Ciudadanos, Toni Cantó, declaraba que su partido no tendría inconveniente alguno en apoyarlo con sus votos.

El presidente Ximo Puig no quiere subir los impuestos, como quedó claro en su respuesta parlamentaria al envite de Compromís. Y tampoco bajarlos, como ha dicho en varias ocasiones, aludiendo a la mala situación de las arcas autonómicas. No quiere abrir el melón de la nueva fiscalidad ahora que tiene de cara a Ciudadanos para ampliar la base de la acción de gobierno, y su equipo tardó poco en señalar que las reformas tributarias esbozadas por las huestes de Mónica Oltra incrementarían la recaudación en cien millones de euros cuando la Generalitat se ha gastado mil millones en seis meses para luchar contra la pandemia.

Tampoco está dispuesto Puig a que sus socios, ni los de Compromís ni los de Unides Podem, le arrebaten la bandera de la progresividad fiscal. Ni en la verde ni en la multicolor. En su réplica a Ferri, además de afearle que no se hubiera planteado la propuesta tributaria en las instancias políticas internas, le apuntó que desde los años 80 hay impuestos ambientales y que desde 2015 con los gobiernos del Botànic, 1.500.000 valencianos pagan menos tributos y 60.000 tienen mayor carga fiscal.

Pero Compromís tiene prisa, quiere ganar espacio con las políticas ambientales y trata de desmarcarse de sus socios, e incluso ir al choque, en cuanto ve ocasión. Mientras Unides Podem ha renunciado esta semana, provisionalmente, a plantear la tasa turística que viene reivindicando desde hace años en atención a la especial crisis que sufre el sector turístico, Compromís la incluye en su propuesta fiscal. Y con los socialistas son frecuentes y abundantes los encontronazos, como se ve en proyectos como Intu Mediterráneo, la ampliación del puerto de València y otros muchos.

Concluido el seminario de otoño del Consell, celebrado este fin de semana en el balneario de Cofrentes, no encontrará el lector interesado ninguna referencia a cambios fiscales entre sus conclusiones. Pero puede tener la seguridad de que el conflicto late y marcará los próximos meses.

Ayuso hasta en la sopa

Ni ferias medievales ni moros y cristianos ni cabalgatas de fuego ni procesión civica con la Senyera por el centro de València. La conmemoración de la entrada de Jaime I en la capital estará este año marcada por las medidas de protección contra el coronavirus, lo que dejará fuera de juego incluso a los que se dedican a insultar a los políticos de todo signo en las calles el 9 d’Octubre. Siendo la Comunitat Valenciana la que menos índices de contagios presenta, no es extraño que sus autoridades hayan expresado públicamente su temor a que miles de residentes en la confinada Madrid escapen hacia sus segundas viviendas y contribuyan a la expansión del coronavirus durante el puente del Pilar (ellos no hablan de Hispanidad). ¿No es bastante ya con la turra que dan los telediarios públicos y privados, que no hablan de otra cosa que de Madrid, Ayuso, Aguado, López, Reyero, Escudero y otros personajes absolutamente prescindibles en los medios de información fuera de la M-30? Hace bien el presidente Puig en plantar cara a todo ese ecosistema de intereses aunque algunos, incluso aquí, le pongan la proa por ello.

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