Están vivas. Evolucionan a lo largo del tiempo a pesar de los anclajes que nos empeñamos en colocarles, pero la cultura y la sociedad las mueven, irremediablemente.

Quizás en el momento en el que estás leyendo este artículo, tu futuro laboral o empresarial se encuentra en un supuesto callejón de salida o en una situación que no sabes muy bien cómo resolver. Esta pandemia nos ha pillado con el piloto automático puesto, con unos hábitos ininterrumpidos que nos daban los mismos buenos días desde hace ya… ni te acuerdas.

¿Las personas somos muy predecibles? Nos sentimos bien en la comodidad de las costumbres y lo previsto. Nos gusta caminar con un pie por delante, por si acaso. Digamos que las vistas desde el balcón de siempre nos permiten avanzar casi sin sobresaltos y dormir casi a pierna suelta. Somos tan predecibles, que hasta la tecnología nos conoce mejor que nosotros mismos. Necesitamos seguridad, pero en su justa medida.

La realidad de ahora nos coloca enfrente de la incertidumbre. Ahora sabemos lo que significa asomarnos por la ventana de nuestro negocio y ver un paisaje que no conocemos.

¿Y qué hacemos con una situación nueva cuando estamos acostumbrados a vivir los días laborales repetidos? Pues no nos queda otra que reinventarnos, reinventar nuestro negocio, nuestra manera de hacer las cosas en él, mirarnos hacia adentro y escuchar hacia afuera. Aprendernos a nosotros mismos y tomarle el pulso a un mercado laboral que tiene nuevas demandas. Da igual los títulos que tengas, las asignaturas que hayas cursado igual que cientos de alumnos que se hayan sentado en el mismo pupitre en otros años. Los cambios no se estudian en las aulas, ni públicas, ni privadas, simplemente, no se estudian. Los cambios se trabajan en la persona, en cada uno de nosotros, como una habilidad que nos permite coger carrerilla en la carrera hacia el éxito.

La capacidad de adaptarnos a lo que se mueve, de observar nuevos escenarios con mirada crítica y actitud reflexiva se llama regulación emocional y mental. Y fíjate por dónde, estas dos asignaturas no se estudian en ningún grado, ni en ningún máster, ni siquiera es una prioridad de las leyes educativas ni de la oferta extracurricular. Nuestros hijos e hijas trabajarán estas habilidades, con suerte, en otros ámbitos, a pesar de que hoy sabemos que son tan efectivas en tiempos de crisis.

No sabemos cómo será el mercado laboral dentro de unos años, ni siquiera cómo sobrevivirán algunos sectores en nuestro país después de esta crisis sanitaria. Lo que sí sabemos es que los interrogantes podemos convertirlos en respuestas si estamos dispuestos a movernos por dentro y por fuera. Si nos dejamos latir, flexibilizaremos y nos colocaremos de nuevo en un punto que nos permitirá continuar caminando. Si nos dejamos arrastrar, automatizados… quizá nos salgamos del mapa económico sin darnos cuenta. Y entonces, aparecerá el miedo, los egos y el victimismo, como si alguien nos hubiera llevado al precipicio sin nosotros quererlo. Echar las culpas a los que nos rodean siempre es una opción para rendirse dignamente.

La incertidumbre no tiene malas intenciones, solo nos pone a prueba ante nosotros mismos. Debemos desempolvar esas capacidades de adaptación y creatividad que nos hace tan humanos, ahora que la humanidad empieza a ser un algoritmo. Estamos a tiempo de escuchar los latidos, de cada trabajador/a, de cada empresa, de cada pequeño negocio. Dibujemos el futuro con confianza en nuestras habilidades y en nuestro instinto, que todavía lo tenemos. Las crisis siempre nos enseñan algo. El mercado laboral no es una gran máquina en la que cada pieza encaja, las empresas están formadas por personas que hoy son la clave para reprogramar una sociedad tecnológica que de momento tiene latido. Y si no me crees, prueba a colocarte la mano en el pecho, ahí tienes la respuesta para mejorar tu situación laboral. Estás vivo.