Vuelve el recuerdo de la riada. La noche del 13 al 14 de octubre de 1957 no dejaba de llover. Tanto, que las autoridades advirtieron de que el río podía acabar desbordándose. Al poco, el agua se había desbordado y alcanzaba hasta el primer piso de nuestro portal. La catástrofe fue descomunal. El Pont de fusta, frente a la estación del ‘trenet’, y la pasarela, donde más tarde se ubicaría el puente de Santiago Calatrava, serían engullidos por las aguas embravecidas. Las calles de las Barcas y la Nave, nombres de resonancias náuticas, por donde en el pasado transcurría uno de los brazos del Turia, volverían a recoger las caudalosas aguas.

Las familias fueron auxiliándose lo mejor que podían, los vecinos solidarios visitando, a través de las terrazas, a los más aislados; navegando, en improvisadas embarcaciones, por las estrechas calles inundadas. Y, luego, el inmenso barro acumulado. Las primeras Caterpillar eliminado los rastrojos, y los camiones trasladando residuos y facilitando alimentos a los más necesitados. La Asociación Valenciana de Caridad, igualmente inundada, próxima al cauce de río, junto a la calle del doctor Sanchis Bergón, alcalde que fue creador de esta benéfica entidad, no dejaría de atender, ni un solo día, a los más necesitados.

Quizás no se trate de un recuerdo del todo punto fidedigno, pero resultan ser las imágenes más próximas archivadas en la memoria, que dijera Jorge Luis Borges. A todo ello se añade el hecho de conservar desde aquellos días, el ejemplar extraordinario editado por el diario Levante, en cuya portada se veía solo la parte superior del tranvía situado en la calle del Padre Huérfanos, salida a Blanquerías, totalmente inundada por las aguas.

Las pérdidas fueron muy cuantiosas -se cifraron en 10.000 millones de pesetas- principalmente en Nazaret, donde alcanzaba la desembocadura del río, y en los barrios limítrofes del cauce, como el de Sagunto y el Carmen. Para hacer frente a las acuciantes necesidades de nuestra tierra, que quedaron en muchos casos en promesas incumplidas, se añadió durante años, al franqueo postal ordinario, un sello de 25 céntimos de peseta por envío, para financiar por los valencianos la colosal obra de desplazamiento del cauce del río Turia, en su último tramo, conocida como Plan Sur.

Por todo ello resultaba urgente planear, de inmediato, las medidas necesarias para evitar la marcha de los vecinos que en aquellos años habitaban el barrio del Carmen. Medidas que no se adoptaron y circunstancia que lamentablemente acabó por producirse. Muchos de los vecinos acabaron por cambiar de domicilio, que no de barrio, que siempre nos acompañó. Sin embargo, con el barrio, que ofrecía entonces todo un microcosmos urbano, perderíamos, con la riada, toda aquella enriquecedora relación de vecindad. Hoy, más de sesenta años mas tarde, vienen a mi cabeza aquellos recuerdos que son debidos en gran parte a la memoria de la riada.