Van bajando las temperaturas, el verano queda atrás y el disfrute de las terrazas tiene los días contados si no se ponen medidas. Un estudio publicado en septiembre por el CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos) concluye que frecuentar los establecimientos hosteleros es un factor de riesgo para la transmisión del Covid-19 por predisponer a prescindir de la mascarilla durante la estancia. El virólogo Anthony Fauci (experto en enfermedades infecciosas y asesor de todos los gobiernos de la Casa Blanca durante los últimos cincuenta años), es contundente al recomendar que comer en una terraza al aire libre es preferible que hacerlo en el interior de un restaurante por el gran riesgo de contagio que suponen los locales cerrados.

Tanto por el turismo como por nuestra idiosincrasia, el sector de la restauración tiene un gran peso en la economía española, y la apresurada rapidez con que con se le levantó la veda en la desescalada, ha situado la hostelería y el ocio en el centro de la polémica atribuyéndole parte de culpa de los actuales rebrotes que muchos expertos atribuyen —además de los comportamientos irresponsables— a que la mascarilla no se utilice con rigor dentro de los establecimientos hosteleros (ni tampoco en las celebraciones familiares), algo que sumado a nuestra propensión a la proximidad física o a hablar fuerte multiplica el riesgo de propagación de virus en los recintos cerrados.

Casi en puertas del invierno, se impone que los bares y restaurantes adapten sus terrazas al frío (biombos, marquesinas, estufas de terraza…), y pongan en condiciones los sistemas de ventilación y renovación del aire de los comedores interiores, incorporando unos dispositivos específicos que además de ventilar filtren el aire y retengan al máximo las partículas víricas. No deberían repetirse los errores de este verano cuando, en un intento de salvar la campaña turística, se bajó la guardia a costa de un repunte de contagios, contrastando el hecho de que mientras en España se abrían demasiado pronto los bares y restaurantes al 60% de su aforo, en EEUU permanecían cerrados los comedores interiores a la espera de utilizarlos sólo a un 25% de su capacidad cuando acabara septiembre.

Hay actividades inevitables que millones de ciudadanos no podemos eludir y a las que estamos expuestos cada día (ambiente laboral, transportes públicos, establecimientos comerciales…). Pero hay otras totalmente superfluas a las que deberíamos renunciar para reducir los riesgos de contraer la Covid-19. Hoy por hoy, el comedor de un restaurante no es un emplazamiento de bajo riesgo ni debería utilizarse como un lugar de tertulia sin mascarilla (como es habitual) al menos mientras estemos en pandemia. Por muy incómodo que resulte mantener una charla de sobremesa con la mascarilla puesta y a distancia de nuestro interlocutor, hay que ser conscientes del estado de emergencia que atravesamos, y ponderar si merece la pena correr un riesgo de contagio que podría cambiar dramáticamente nuestras vidas o acabar con ellas.

Muy por delante de las repercusiones económicas que pueda sufrir cualquier sector empresarial o laboral, la salud pública debería ocupar el primer lugar de prioridades en la lucha anticovid. Es una irresponsabilidad relajar las medidas de seguridad y seguir disfrutando de actividades prescindibles de las que deberíamos olvidarnos mientras el coronavirus siga en el ambiente.

Hemos cometido errores como mantener parques cerrados mientras se abrían los bares. No volvamos a caer en las mismas equivocaciones. Deberíamos aprovechar la benignidad de nuestro clima para realizar actividades en el exterior, incluso en invierno. El exterior es siempre mejor que el interior, sobre todo si comparamos una terraza bien acondicionada con un local cerrado donde se habla fuerte, no hay buena ventilación, se prescinde de la mascarilla mientras se bebe o come y luego casi nadie se la vuelve a poner mientras unos y otros confraternizan casi tocándose, un comportamiento que conduce a la acumulación de aerosoles y predispone al contagio.