Carta abierta a Mireia Mollà, consellera d’Agricultura, Desenvolupament Rural, Emergència Climàtica y Transició Ecològica:

Como un sueño. Como una utopía. El economista y erudito francés Jacques Attali, actual mentor del presidente Emmanuel Macron, declaró en plena pandemia de la covid-19 que debíamos pensar en volver a una «economía de guerra». Considera muertas las economías de la automoción, el turismo actual y la aeronáutica. Y piensa que el futuro será el de la economía de la vida: educación, alimentación, salud y mundo digital.

En este contexto, por lo que concierne a la economía de la alimentación, el territorio valenciano es de los más privilegiados del planeta. Desde la cima del Penyagolosa, a 1814 metros de altitud, hasta la plataforma continental marina, nuestro pequeño paraíso rural puede producir o recolectar todo tipo de alimentos. Si comenzamos a descender, desde la cima del mismo Penyagolosa, apenas hemos dado algunos pasos ya podemos comenzar a recolectar hierbas aromáticas y de la salud, que también podemos cultivar en nuestros campos de labor. Al poco aparecen masías por los alrededores de Vistabella del Maestrat donde se puede volver a producir carne, leche y quesos ecológicos, con una agricultura extensiva que devuelva la dignidad a los animales de nuestra cabaña ganadera. Y plantar cereales y forraje por sus alrededores. El bosque, además, ofrece gratuitamente trufa, setas, frutas salvajes… Y aire limpio y silencios sanadores.

Seguimos descendiendo. Los barrancos que parten desde el macizo del Penyagolosa dibujan vertientes con terrazas de cultivos de secano desde Xodos hasta Alcora. Es el territorio de los algarrobos, los almendros, el olivo, la viña, las higueras, el cereal… Y más masías que se podrían recuperar para esa ganadería ecológica. Por todas partes continúan rodeándonos hierbas medicinales y aromáticas. Aparecen colmenas que nos regalan miel de calidad. Y manantiales de aguas impagables. Y hornos de cal abandonados que podrían recuperar su actividad.

De Alcora al mar. El mundo del regadío: frutales de verano, los cítricos… Y las huertas rebosantes de hortalizas y legumbres. El paraíso hortofrutícola. Con posibilidad de varias cosechas anuales en las huertas más fértiles del planeta. Y el mar, de donde se extraen de los pescados y mariscos de mejor calidad del mundo.

Tenemos. pues, una excelente materia prima que podría (debería) ser, en todo el conjunto de tierras valencianas, de producción ecológica. De la producción primaria podemos crear una de las agroindustrias más potentes del continente, convirtiéndose en parte de la gran despensa de alimentos ecológicos de Europa.

Nos sorprendería saber la gran cantidad de productos en que se pueden transformar nuestras materias primas agrícolas y ganaderas. Un solo ejemplo: el olivo. Este árbol, que forma parte históricamente de la trilogía mediterránea alimentaria (vino, aceite y cereal), actualmente, con la tecnología aplicada a su transformación nos emociona con gran cantidad de productos derivados. Desde los usos más conocidos como el aceite y las aceitunas, pasando por cremas para la piel, aceite para masaje, champús, mermeladas, esencia para combatir la hipertensión, infusiones… Y terminado con el hueso de aceituna como combustible limpio y eficaz en forma de biomasa para alimentar calderas de calefacción.

Nos vamos a enfrentar a un mundo nuevo desconocido y con una economía de guerra, tal como muestran los negativos marcadores económicos actuales. Es por ello que, una vez dado ese primer paso de implementar la producción ganadera y agrícola en ecológico, así como los productos de primera transformación, sería deseable convertir a la ciudadanía valenciana en los primeros destinatarios de dichos productos. Muchos pueblos y pequeñas ciudades valencianas, pueden ser abastecidas con la producción agrícola y ganadera de sus términos municipales. Aquí cuentan, y mucho, las tiendas minoristas y los mercados de propiedad municipal. El segundo destino debería ser las grandes ciudades valencianas y del resto del Estado. Y, por último, el mercado europeo. Todo ello en una globalización económica nueva que algunos economistas apuntan como regional. En este caso, europea. Sin ser economista, cualquier persona puede imaginar que con toda la ganadería y agricultura valenciana en producción ecológica y una potente agroindustria, tendríamos trabajo para toda la población en edad de trabajar. No me cabe la menor duda.

Pero no acaban aquí las ventajas de esa posible transformación de la economía del mundo rural valenciano en producción ecoloógica. El listado de mejoras globales para la sociedad apabulla. Recuperación de gran parte de las tierras agrícolas actualmente abandonadas, tanto de secano como de regadío. Con ello, menor riesgo de grandes incendios incontrolables, ya que los campos de labor y el pastoreo extensivo actúan como cortafuegos. Recuperación de muros de piedra seca que evitarían problemas de erosión en las vertientes de nuestras montañas. Rehabilitación de muchas arquitecturas del mundo rural, así como gran parte de elementos etnográficos. Aumento demográfico de los pueblos de montaña, apuntalando dicho regreso al mundo rural ecológico con conexiones gratuitas a las redes sociales. Ofrecimiento a la sociedad de un turismo rural vivo y de gran calidad que ofrecería a los visitantes productos ecológicos y más bellos paisajes humanizados. Refuerzo de las actividades y productos artesanales. Descontaminación de aguas subterráneas y suelos por el abandono de productos químicos de síntesis en la agricultura. Mejor calidad de vida para la cabaña ganadera con el fin de las granjas, pongamos por caso, de porcino intensivas, evitando así la contaminación de suelos y aguas por purines. Acabar con la dependencia del modelo actual de turismo de sol y playa, yendo a una reconversión que implique menor impacto en nuestros delicados ecosistemas litorales. Con esta nueva mirada al mundo rural, las masas forestales podrían ordenarse y explotarse de manera sostenible, evitando la acumulación de biomasa que propaga los incendios y los convierte en incontrolables.

¿Utopía? Pienso es en parte una realista y posible respuesta a la actual crisis económica derivada de la covid-19. Sobre todo en un país como el nuestro, que dispone de un territorio apto para la producción de casi cualquier producto agrícola y ganadero. Y junto a un largo litoral lleno de vida marina. ¿Qué políticos y empresarios se atreven a llevar adelante todo lo expuesto? Todo o en parte. Pocos lugares del planeta tienen a su disposición un paraíso como el nuestro para enfrentarse a un mundo des globalizado. A un nuevo viaje de la humanidad. A ver si tenemos suerte.