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Carolina Collado

El alto el fuego en Libia

La jefa de la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL), Stephanie Williams, estableció que el alto el fuego declarado el 21 de agosto por las dos partes principales involucradas en el conflicto armado puede ser el comienzo para una solución política que permita alcanzar un acuerdo de gobierno unificado. Sin embargo, las tensiones inter-tribales, cuya historia se remonta décadas atrás, se han acrecentado desde comienzos del año 2011 y todo parece indicar que, aun respetando el alto el fuego e iniciando un proceso de diálogo, este malestar social va a seguir en aumento.

Antes de analizar los motivos por los cuales será difícil lograr una cohesión social en Libia, aunque se pusiera fin al conflicto bélico, es importante tener en cuenta una serie de cuestiones: ¿Por qué es importante una estabilidad en el país para la seguridad de Europa y España?; ¿quiénes se enfrentan en la guerra y quiénes intervienen directa e indirectamente?; y, por último, ¿qué futuro de gobierno común se puede esperar de un país fragmentado a nivel socio-económico y político?

¿Por qué es importante lo que acontece en Libia para la seguridad europea?

A pesar de la escasa repercusión mediática en la prensa española, la guerra en Libia se ha convertido en un foco de inestabilidad en el norte de África y el Mar Mediterráneo, convirtiéndose en frontera avanzada de Europa y España por diversos motivos.

En primer lugar, el país se encuentra en un enclave geoestratégico, a las puertas de la Unión Europea y en la ribera sur del Mar Mediterráneo, plataforma de importantes rutas comerciales intercontinentales.

En segundo lugar, Libia es rica en hidrocarburos, situándose como el Estado africano con mayores reservas petrolíferas y el cuarto con el mayor número de yacimientos de gas en el continente. Según la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (CORES), se convirtió en abril de 2019 en el primer país suministrador de crudo a España tras la exportación de 1,138 kilotoneladas, superando su máxima de enero del año anterior.

Por último, el conflicto ha dejado a decenas de miles de refugiados y desplazados internos, llevando a muchos a intentar cruzar el mar con la esperanza de llegar a territorio europeo, alimentando así a las mafias que se lucran ofreciendo vías inseguras para la inmigración clandestina hacia Europa. Los constantes enfrentamientos y el vacío de poder generado en muchas zonas del país han propiciado un aumento de la actividad de las bandas del crimen organizado que se dedican al tráfico de armas, seres humanos y estupefacientes, e incluso podrían suponer una oportunidad para la reorganización de grupos yihadistas, entre ellos Daesh. Para más inri, la porosidad fronteriza entre Libia y países colindantes como Níger y Chad es un factor que promueve la actividad del crimen organizado y que también puede contribuir a la expansión de la inseguridad en países vecinos.

¿Quién es quién en la guerra libia?

Si bien la intervención de la OTAN en el 2011 y el levantamiento popular culminaron en el derrocamiento, captura y posterior ejecución de Gadafi, también alimentó las discrepancias políticas, el descontento generalizado y la fragmentación social. A esto le sucedió un gobierno de transición, el Consejo Nacional de Transición, que fracasó en un país caracterizado por un vacío de poder, las constantes pugnas por éste entre milicias leales a distintas tribus, y la incapacidad de restaurar el orden social.

En la actualidad, la guerra civil libia, que tiene lugar desde el año 2014 tras la insatisfacción de grupos del Parlamento creado en 2012 con los resultados de las elecciones legislativas, se ha convertido en una búsqueda de poder e influencias en la ribera sur del Mediterráneo. En él, no solo se enfrentan abierta y directamente el Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), sino que distintas potencias regionales defienden sus intereses a través de la venta de armas a las partes implicadas – aun habiendo un embargo de Naciones Unidas prorrogado hasta abril de 2021 – , mediante la compra de petróleo o intervenciones militares.

El GAN, con Al-Sarraj al mando, es el gobierno creado en 2015 y reconocido por las Naciones Unidas. Controla partes del oeste del país, antigua región de Tripolitania, incluyendo la capital, Trípoli, y es apoyado por Turquía, Catar y por la organización islamista Hermanos Musulmanes. El apoyo directo de Turquía, que empezó en 2019 al ver peligrar sus intereses en la región a raíz de la ofensiva de la oposición del este hacia Trípoli, se ha reflejado en la firma de un memorándum de entendimiento, un acuerdo bilateral, por el cual se hacía oficial la cooperación en materia de inteligencia, equipamiento y formación militar. También la acción directa turca se ha traducido en la conversión de las milicias que apoyan al GAN en lo que podría parecerse a un ejército financiado por el gobierno catarí, además de en el entrenamiento y el envío de mercenarios sirios para unirse a las filas del GAN.

Por el contrario, el ELN, con sede en Tobruk, controla el territorio oriental, la región de Cirenaica. Es liderado por el mariscal Jalifa Haftar y apoyado por la Cámara de Representantes, en esta misma región, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Rusia, este último mediante operaciones de desinformación y el envío de mercenarios a través de la empresa militar privada Wagner. El bando del este se ha ido expandiendo hacia el sur al tiempo que ha entablado relaciones con algunas tribus ahí presentes para ganar influencia.

La guerra durante el año 2020 ha estado caracterizada por la paralización de la producción del petróleo desde enero por milicias del ELN en puntos estratégicos como la ciudad de Sirte, por la extensa cantidad de yacimientos petrolíferos y su localización costera, lo que la convierte en un enclave fundamental en la exportación de petróleo. En las actuales conversaciones entre ambos bandos, Haftar exige una distribución equitativa de los ingresos derivados de la producción y venta de este hidrocarburo por la Corporación Nacional de Petróleo, y ha comenzado a levantar el bloqueo de las plantas petrolíferas.

La población libia y el eterno invierno árabe

Mientras tanto, la población continúa arrastrando los problemas del régimen autocrático de Gadafi, como las altas tasas de desempleo, la corrupción y el nepotismo extendidos a todos los niveles, o la marginalización de tribus que se encuentran en la zona desértica al sur del país, conocida como la zona de Fezán, entre ellas las tribus tuareg y toubu. Durante todos estos años de conflicto, la esperanza de una mejora de las condiciones de vida que inspiraron la Primavera Árabe y la caída de Gadafi se ha visto pisoteada. Como resultado, se ha fomentado una falta de confianza en las instituciones y una deslegitimación de la autoridad estatal debido a la incompetencia del Estado para honrar el contrato social, al mostrarse incapaz de cubrir las necesidades básicas de la población y de hacer un uso legítimo del monopolio de la violencia. Esto se ha traducido en una serie de manifestaciones populares en Trípoli, que a su vez han provocado respuestas represivas por las fuerzas del GAN.

Todo apunta a que el conflicto libio, a pesar de que se puedan terminar los enfrentamientos bélicos, en lo que respecta a la falta de cohesión y desigualdad social, está lejos de acabarse. Esto supone, teniendo en cuenta también el gran peso de las identidades tribales, la dificultad de alcanzar un gobierno unificado capaz de representar y velar por los intereses de todos los ciudadanos dada la historia de corrupción e incompetencia de la clase política. Cabe esperar, por tanto, futuras manifestaciones populares, represión estatal y violencia inter-tribal, lo que indica la necesidad de seguir muy de cerca los acontecimientos en el país magrebí.

Por último, la ambición de potencias como Turquía y su intervencionismo contribuyen a reforzar las tensiones sociales y la polarización, además de que dichas potencias se beneficien de las riquezas derivadas de los recursos energéticos. Sin embargo, la esperada dimisión del primer ministro libio, Al-Sarraj – aunque lamentada por Erdogan – en octubre de 2020, unida a las conversaciones de paz entre ambos bandos mantenidas en Marruecos y Egipto, y las que se llevarán a cabo en Túnez durante el mes de noviembre, dejan entrever un atisbo de luz para la población libia tras tantos años de guerra.

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