Van a estar como en una burbuja. Eso fue lo que nos trasladaron desde la Administración pública cuando matriculamos a mi hijo en el colegio. No hay de que preocuparse. Hace unas semanas estuve en un debate televisivo y comenté que la situación en las aulas iba a ser preocupante, tal como sucede allá donde se reúne la gente; no es ajeno ese ambiente a lo que sucede en otros lugares de reunión. De hecho, leí al periodista Antonio Maestre señalando que, si la pandemia iba a más, como es el caso, habría muertes por covid entre la población docente. Sin duda.

Pues bien, cuando hice el comentario en ese debate de televisión pública, algunos contertulios y compañeros me miraron con mucha extrañeza. Soy enfermo crónico, con unas dolencias previas que me hacen pensar que si por desgracia me infectase de covid lo pasaría muy mal, francamente mal. Tengo un hijo pequeño y una madre que desarrolla su trabajo a diario principalmente fuera de casa. No hay otros medios para poder atender a mi pequeño, no hay otras soluciones, pero aún con esas, y después de estar en el colegio durante cuatro días, decidimos no llevarlo más. ¿Miedo?, quizás. ¿Prudencia?, seguro. No hay soluciones mágicas y todos lo sabemos, pero lo que tengo claro es que los espacios en las grandes urbes ahora mismo no son seguros, me digan lo que me digan.

No estamos en Alpuente. Y nombro a Alpuente porque la pasada semana leí el libro de mi amigo y médico de aparato disgestivo Eduardo Escartí Carbonell. Él me ha cuidado como nadie. Conoce mi Crohn, muy bien, además. Recientemente escribió el libro sobre Alpuente. Un libro que, además de darte la posibilidad de perderte mentalmente por ese pueblo, te hace pensar y reflexionar. Quizás todos hemos perdido un poco la perspectiva y nuestras prioridades. Quizás todos hayamos olvidado encontrarnos a nosotros mismos. Quizás nuestro día a día haga que prioricemos mal. Y quizás también olvidemos que en lugares tan recónditos como preciosos podríamos encontrar no solo la paz espiritual sino también la seguridad (algo más) de que podríamos rehacer una vida más tranquila, segura y saludable. Quizás pronto debamos plantearnos que deberíamos irnos a Alpuente con el doctor. Escartí.

O a otros lugares como Alpuente. En la Comunitat Valenciana los tenemos, y muy cerca. Sitios y espacios que son extraordinarios, rodeados de naturaleza, de silencio, en los que se evitan atascos y no hay que hacer colas para comprar una barra de pan. Lugares que han sabido mantener sus costumbres, que viven sin prisa, y que se alejan del mundanal ruido. Entornos donde la gente se saluda al pasar cerca. Se conocen, se suelen ver. Tienen un sentimiento de pertenencia que les hace sentirse seguros. Igual cojo el macuto, una saca de harina y me voy a Alpuente con mi amigo el doctor Escartí. Hasta que pase la pandemia al menos.