La pandemia ha tensionado al límite, y lo sigue haciendo, todos nuestros sistemas de protección. El que más alarma y preocupación provoca, lógicamente, es el sanitario, pues la vida o la muerte están ligadas muchas veces a su correcto funcionamiento.

Pero otros pilares también han recibido un duro castigo: educación, empleo, servicios sociales... Las secuelas que la pandemia va a dejar en ciertos estratos serán demoledoras, pues vuelven a socavarse los débiles anclajes sociales de familias que ya llevaban soportando años de dificultades.

Un informe de Cáritas realizado tres meses antes de la llegada de la pandemia reflejaba que un 9,5 % de los ciudadanos de la Comunitat Valenciana padecían exclusión severa y otro 10,8 % moderada. Ya entonces el 67,8 % de la población se mostraba insatisfecha con el funcionamiento de los servicios de protección social.

Pero es que justo un año antes de aparecer el coronavirus, el gobierno municipal de València manejaba un estudio interno pero hecho público, sobre la situación de los servicios sociales que suponía una enmienda a la totalidad a sus cuatro primeros años de gestión en ese ámbito. Listas de espera injustificables -algunas de más de un año-, descontrol en la coordinación de los equipos, falta de tiempo en la atención a los usuarios, centralitas saturadas, carencia de psicólogos, ayudas de emergencia recibidas con demora, situaciones de tensión incluso de violencia...

La covid ha traído enfermedad pero también necesidad. La propia entidad social señalada anteriormente alertaba que durante el confinamiento se habían atendido un 32 % de casos nuevos solicitantes de ayudas sociales. Toda una premonición del futuro que muchos profesionales ya ven como una trágica e inevitable realidad.

Cierto es que en los últimos tiempos se ha dotado a la capital, como en otras ciudades, de medios humanos y que el mal no se origina en esta nueva legislatura; sin embargo, algo sigue fallando, pues la situación, lejos de mejorar, continúa enquistada. Así lo vienen denunciando voces autorizadas que señalan, con la máxima prudencia y discreción, las distintas causas, siendo la falta de una correcta valoración y planificación de los recursos existentes como una de las principales.

Un responsable del equipo de actual equipo del ‘Cap i Casal’ me comentaba recientemente entre bambalinas que este gobierno municipal pasará a la historia con dos grandes manchas: la del atasco en las licencias de actividad y de emprendimiento -que superan listas de varios miles de solicitudes lastrando la economía local- y la de la protección social. Pues bien, con la pandemia, la magnitud de ambas va a agigantarse.