El lenguaje es importante, porque con él nos comunicamos y definimos -o incluso creamos- realidades que luego transmitimos a los demás. En este sentido, los avances en la sociedad van incluyendo y excluyendo términos y, en el tránsito, se produce mucha confusión. 

Aunque muchos rechacen el término ‘perspectiva de género’, lo cierto es que su uso, pero sobre todo su contenido, se va abriendo camino en la sociedad. Todo lo contrario que el término ‘ideología de género’, cuyo contenido es muy discutido en instituciones y grupos sólidamente establecidos. 

Sin embargo, muchas personas conectan uno y otro concepto y rechazan formalmente el primero al creerlo incluido en el segundo. Ambos son, en su base, frontalmente contrarios. Aunque los dos parten de los conceptos: sexo y género, y buscan la eliminación de las discriminaciones hacia la mujer, la relación entre ellos es distinta. 

La clave de la ideología de género está en rechazar la diferencia entre sexo, como algo impuesto por la física o la genética, y género, algo impuesto por la sociedad. El sexo sería una elección del individuo. 

Esta ideología critica las instituciones sociales basadas en la diferencia entre hombres y mujeres así como en unas orientaciones sexuales únicas que, entienden, vienen impuestas por la sociedad a unos sexos que, en realidad, no existen como tales. 

Poco tiene que ver este planteamiento con la perspectiva de género, a la que las orientaciones sexuales le son indiferentes, salvo que creen discriminaciones entre hombres y mujeres.  

Así, la perspectiva de género parte de que existen hombres y mujeres genéticamente hablando, a los que la sociedad ha dado unos roles distintos, para los que ha creado unos estereotipos y en la que se ha generado una convivencia donde las mujeres sufren importantes discriminaciones por el hecho de serlo.  

Mirar con perspectiva de género es mirar con unas ‘gafas’ en las que vemos la distinta situación de hombres y mujeres y que el sexo determina la mayor parte de la vida de una persona.  

Hasta hace poco, estas ‘gafas’ no existían. Cuando analizábamos un hecho, partíamos de que no había diferencias en su impacto entre hombres y mujeres, y se adoptaban medidas que eran teóricamente válidas para todos, pero que en realidad se tomaban bajo parámetros en los que no se veían las especificidades de la mujer.  

La perspectiva de género aboga por un análisis, decisión, acción y rendición de cuentas donde las mujeres, con sus roles y estereotipos, estén presentes: primero, para detectar importantes discriminaciones; y segundo, para hacer más real, eficaz y eficientes las decisiones y medidas tomadas.  

Defiende también la incorporación de las mujeres, la valoración de sus capacidades y competencias en la toma de decisiones en todos los ámbitos de la sociedad.  

Y persigue eliminar todos los estereotipos que padecen hombres y mujeres: sostener a la familia y tener hijos más cuidar del hogar, respectivamente. Al contrario, ‘deja’ entrar al hombre en la familia y ‘permite’ a la mujer salir de ella. No se trata de puertas cerradas, sino de que cada uno puede tener un importante papel en ambos planos. 

La mujer puede ocupar cualquier puesto que ocupa el hombre. Es cierto que en algunos, que se basan en la fuerza, muchas pueden tener mayor dificultad que la mayoría de los hombres, pero, para el resto, ambos, con su sexo biológicamente determinado, pueden aportar y triunfar al mismo nivel, si se les dan los mismos instrumentos y posibilidades. 

La perspectiva de género aboga por que las visiones puedan ser distintas, pero no peores, y que la complementariedad entre hombre y mujer, competencias femeninas y masculinas, o incluso, pensamiento masculino y femenino, son la clave de una sociedad justa, una decisión bien tomada y una política bien implantada. 

Desde esta perspectiva, ideología de género y perspectiva de género son diametralmente opuestos. Una, rechaza el sexo como algo biológicamente impuesto y propone la elección del mismo; otra, parte de que el sexo es algo biológicamente determinado pero que no debe suponer discriminación en el ámbito social. Una tiene en el eje de su discurso la orientación sexual de las personas; para la otra, esto es colateral, si no, en muchas ocasiones, indiferente.