Leonard Cohen en su crítica a la figura del ‘hip hop’ Kanye West, escribió: «Kanye West, no es Picasso, yo soy Picasso». Lo recuerdo en fechas próximas al cuarto aniversario de su fallecimiento, 7 de noviembre de 2016, al entender que Cohen, cual Picasso, merecía estar en un museo, y así lo entendieron, el pasado año, diez más tarde de su vista a València, el Museo Strand y el Nikolaj Kunsthal de Copenhague, con una exposición titulada ‘A crack in everything’, un ‘crack’ en todo, con una amplia instalación de su obra más imprescindible, que su país, Canadá, reconoce con la emisión de un sello conmemorativo en su 85 aniversario.

Cohen fue siempre un canadiense errante. ‘The lost canadien’ recoge una composición tradicional sobre la lucha de sus antepasados en el Estado de Quebec, incluyendo una de las frases del himno oficial del Estado, «je me souviens», que se puede encontrar en las matrículas de todos los vehículos. En ‘Take this waltz’ es Lorca en estado puro, inundando con su poesía, arrolladora e íntima, el Concert’s hall, vienés. Es la búsqueda de la libertad adolescente, como la del pájaro sobre el alambre, ‘Bird on the wire’, que Cohen nos lleva de su mano.

Imposible pasar por alto aquellos primeros éxitos inolvidable, como ‘So long, Marianne’. Marianne Ihlen, con quien compartió años de felicidad en la isla griega de Hydra, cuyas cartas de amor alcanzan hoy cifras astronómicas, y cuyo documental, ‘Marianne & Leonard: Words of Love’, de Nick Broomfield, estrenado también el pasado año, disecciona la compleja relación entre ambos; o ‘Suzanne’, que recoge uno de los poemas del libro ‘Los parásitos del cielo’, ‘Suzanne takes you down’, Suzanne te lleva, te lleva a su casa junto al río, y tú aceptas viajar con ella, quieres viajar a ciegas, porque sabes que puede confiar en ti, que puedes confiar en ella, pues tocasteis vuestros cuerpos perfectos con el pensamiento.

Dylan colaboró en ‘Death of a ladies’ man’, (‘Muerte de un mujeriego’), producido por Phil Spector, e interpretó en diversas ocasiones la célebre ‘Halleluja’ de Cohen. Asimismo Cohen admiraba a Bob Dylan, de quien diría, en referencia a uno de sus poemas -‘There are some men’, incluido en su libro ‘La caja de especias de la tierra’- que hay algunos hombres que debieran tener montañas para eternizar sus nombres en el tiempo. Dylan, para él, era uno de ellos. Cohen, para nosotros, es otro.

Leonard Cohen nos dejó su adiós al escribir ‘You want it darker’, su última grabación en vida, apenas dos meses antes de su muerte. «I’m ready my Lord» («Estoy listo Señor») decía en sus primeras palabras. Ahora, su hijo Adam, en el prólogo de su libro póstumo, ‘La llama’, nos dice que a su padre solo lo mantenía vivo la poesía. A nosotros nos conmueve su legado.