Apreciado profesor y amigo: Desde la alerta en España, el 14 de marzo de 2020, soy una de las personas (muchas o pocas) que hemos percibido y planteado públicamente que la humanidad está abocada en sus entornos (del alcorque al planeta) a una crisis desatada por el COVID-19 pero larvada desde los años 70-80 del siglo XX. Una coyuntura histórica que más allá de lo sanitario-económico-social, se inscribe en una crisis civilizatoria, de la cual podrá salir en mejores o peores condiciones -nunca iguales- que las de la normalidad anterior. Lo expresé en el artículo Personas del universo: ¡Unámonos!, publicado en Las2orillas el 17 de marzo y en Levante-EMV el 29.

Desde entonces, aprovechando la jubilación confinada y sin descuidar labores domésticas, busco todos los días en medios en español/castellano, bibliotecas y hemerotecas digitales, indicios de los futuros e inciertos escenarios y, en especial, de las miradas e instrumentos para identificar hitos, caminos, puentes, intercambiadores y horizontes de una nueva normalidad que pasa por 2030 pero se proyecta a todo el siglo XXI. He visto insumos de todo tipo, entre insustanciales y sustanciosos. Pero el 13 de noviembre leí una invitación de hondo calado y largo alcance: Su artículo Hablemos de cómo será el 2030, publicado en Levante-EMV, sobre el cual me permito formularle algunas preguntas refereridas a lo que, entiendo, son los grandes temas de su sugerente convocatoria.

Estructura, superestructura y coyuntura: Usted combina estos conceptos en afirmaciones como: En los años setenta todo era estructura y hoy todo es coyuntura. Es un error pensar que no hay estructuras posibles que reformar. O que en aquellos setenta, según el Samir Amin de entonces, el sistema propició una correspondencia tan estrecha entre estructura y superestructura que no había diferencia entre la fuerza motriz del mismo y quienes velaban por su funcionamiento, con referencia a casos de corrupción y servilismo y manifestaciones culturales, sociales y religiosas a favor de grandes intereses (económicos y políticos) en América Latina y otras regiones del mundo.

Con el derecho (atrevido) que me da el haberme aproximado a estos conceptos en los años 60 y 70 -como tantos estudiantes en universidades colombianas y de otros países de aquella época-, a partir

de la lectura y discusión de textos de Marx (estructura), de Gramsci (superestructura) y de Lenin (coyuntura); y con plena conciencia de que 50 años después hay fundadas críticas y sólidos aportes a estas temáticas (como las del propio Amin), las primeras preguntas son: Si la crisis del COVID-19 puede acelerar procesos estructurales que, según usted, no tendrán marcha atrás (como las redes de ciudades, la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático); y reabre espacios al valor de uso en las relaciones humanas y con la naturaleza, frente al valor de cambio que entroniza el capitalismo y sacraliza el neoliberalismo, ¿dichos procesos tendrían una única dirección y los espacios un solo contenido? Basta pensar en hipotéticos equipos globales liderados por Abascal, Bolsonaro y Trump; por Arce, Costa y Sánchez; o por Kim Jong-un, Putin y Xi Jinping (por orden alfabético) para darnos cuenta que las direcciones y contenidos serían diferentes y, en más de un caso, opuestos hasta el antagonismo; y que, en cualquier caso, dependerían de coyunturales o estables correlaciones de fuerzas políticas y sociales, estructurales y superestructurales.

¿Desoccidentalización del mundo?: Si la Europa Occidental, con cimientos en Grecia y Roma, inicia su dominio en el planeta en 1492, con la reconquista de Granada y el redescubrimiento de América por España; y su descenso, en 1957 -después de dos autodestructivas guerras mundiales-, con la nacionalización del canal de Suez por Egipto, tras la retirada de Inglaterra, Francia e Israel, la orientalización comandada por China tendrá repercusiones en 2030, dice usted, especialmente en la división internacional del trabajo. No obstante, ¿entre estos procesos no está la americanización que ha durado más de un siglo y cuya decadencia personifica Trump, como amenaza patética pero real?. ¿Acaso estos procesos no se dinamizan o frenan con los regionales que se dan/den en África, Asia o América Latina? ¿La pandemia y las crisis asociadas no alentarán unos y debilitarán otros?.

Globalización regionalizada: Usted afirma que la globalización que vendrá será más regionalizada que la actual, lo cual no es una mala noticia. Coincidiendo plenamente en ello, las preguntas son: Cómo valora y qué futuro le ve usted en el siglo XXI a la Comunidad Iberoamericana, conformada por España, Portugal y los países de habla hispana y lusa en América Latina, extensible a otros? ¿Cómo valora la alternativa de la Iberoesfera, animada por el primero de los tres equipos globales mencionados antes, cuyo adelantado en Bruselas es Hermann Tertsch?

En el artículo Innovación pos-covid en València e Iberoamérica (Levante-EMV, 05/11/2020) comento que Sami Naïr formula la propuesta del Codesarrollo en 1997 y que Henry Chesbrough presenta la Innovación Abierta en 2003, herramientas teórico-prácticas pendientes de afinado y actualización. ¿Qué opinión le merecen estos instrumentos para la construcción -con otros y entre todas/os-, de una alternativa pos-covid (regional y/o global) humanista, solidaria y sostenible, si el segundo equipo se pudiera reforzar con Ardern, Biden y Rousseff