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Alfons García03

Botànic 2.1 o la guerra

Mónica Oltra

Lo que empezó por un duro enfrentamiento por el remate final del presupuesto de Mónica Oltra ha derivado en una reivindicación de una gestión diferente de la pandemia, más participativa. Lo que empezó por una cuestión de la conselleria de Oltra es hoy un problema con Compromís, que reclama un papel más activo en la toma de decisiones. Nadie sabe cómo acabará esto, pero Oltra ha conseguido ya protagonismo y reforzar su liderazgo interno en la coalición. Al menos, por ahora. En medio, queda casi un mes de peleas conocidas y broncas silenciosas, como la retención de los reglamentos de las conselleries o el bloqueo a algún proyecto antes de llegar al pleno del Gobierno. El movimiento final ha sido ayer a cuenta de la «propuesta» de Estrategia Valenciana de Recuperación, que unas horas antes era solo estrategia, aunque era un proyecto modificable y ampliable. Un último enojo público tras amagar con frustrar la presentación oficial. Son formas de reclamar espacio y visibilidad, pero es también algo más: un gobierno no funciona como debería cuando va de choque en choque.

No es que no haya habido fricciones en el pasado. Un repaso a la historia de las actas, si las hay, de la reunión preparatoria de los plenos del Ejecutivo daría para buenos titulares. Me imagino que serán objeto, cuando pase el tiempo, de alguna tesis doctoral. Porque ya se sabe, el tiempo fija verdades y mentiras. Aunque pasa el tiempo, más tiempo, y verdad y mentira se tambalean. 

Pero hay algo diferente ahora. La concentración de conflictos y la gratuidad de algunos en este noviembre rojo invitan a pensar que algo nuevo pasa. Algo más que dejar señales en el viento. ¿Está pensando Oltra en el día después electoral, en que si no les quieren y esto acaba en una gran crisis las responsabilidades las cargue Ximo Puig y no ella (ni Compromís)? ¿Todo pasará si Puig le concede a Oltra una reunión de alto nivel, con cámaras y micrófonos, para abordar las discrepancias? ¿Hasta dónde está dispuesto Puig a llegar porque cree que su principal aliada le ha construido un conflicto irreal cuando todo iba bien en la gestión de la pandemia? ¿Y, sobre todo, hasta cuándo es sostenible este ambiente de gobierno? ¿Pueden estar así más de dos años y medio? Quizá es necesario llegados a este punto un Botànic 2.1, con condiciones y reglas nuevas. O quizá tenemos que acostumbrarnos a este panorama, análogo al de la Moncloa, a una nueva alianza desde la discrepancia pública frecuente. Al final, puede ser una historia más de un tripartito de izquierdas en España. Abatido entre rencillas internas. La huida de ese horizonte que parecía predestinado fue lo que fortaleció el Botànic en sus primeros años. Hoy parece olvidado. Como parece olvidado que no hay otra posibilidad aritmética para la izquierda, al menos a medio plazo, que entenderse. O eso, o la derecha reposada en el manto castizo de los ultramontanos. 

La política es una guerra sin sangre. Es de Mao Tse-Tung. La segunda parte de la frase dice: la guerra es política con sangre.

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