Poco más de un año después del robo millonario en la EMT, el escándalo parece diluirse. Inaudito en otra época no tan lejana.

El salario medio en España se sitúa por debajo de los 25.000 euros anuales. La media de la nómina de un valenciano ronda los 1.500 euros al mes; tres veces menos que lo que cobraba el exgerente de la EMT, Josep Enric García Alemany, y casi cuatro menos que el sueldo de Joan Ribó, cuya nómina como alcalde está entre las más abultadas del país.

Para situarnos: un valenciano de a pie debería trabajar cuarenta años y volver a nacer cuatro veces más para conseguir, con su esfuerzo, los cuatro millones que se han esfumado de la EMT. 200 años de trabajo para igualar la cantidad estafada al mismísimo Ayuntamiento de Valencia. Pero, para el alcalde, lo ocurrido es algo que ha sucedido en otras empresas y también en otros ayuntamientos. Palabras que sonrojan a más de uno.

Cualquier empresa que hubiese sufrido una estafa similar habría despedido, sin dudarlo, al gerente de forma fulminante, así como al responsable de su nombramiento. Es indefendible que el concejal Giuseppe Grezzi haya mantenido un año en el cargo a su hombre de confianza en la EMT. Tan solo el miedo a un concejal desbocado que pudiese poner en peligro el ajustado equilibrio de fuerzas en la ciudad puede justificar ese despido en diferido. García Alemany ha estado un año en el ojo del huracán... aunque, tal vez, 70.000 euros anuales bien valían ese sacrificio.

Ribó es un hombre con amplia experiencia política: Esquerra Unida, L’Entesa, Compromís... Y en esa trayectoria siempre ha defendido la transparencia. Por ello, cuando estaba en la oposición no dudaba en señalar a los gobernantes cuando entendía que practicaban el despilfarro, el oscurantismo o la mala gestión. Ahora que es alcalde, y tras perder 4 millones de euros de todos los valencianos y valencianas, su memoria parece selectiva.

Grezzi no posee el currículum de Ribó, pero sus métodos antes de llegar al poder son recordados por todos. Se erigió en azote del anterior gobierno municipal y, en esa labor, sobresalió por sus camisetas y su efervescencia. Resposabilizar del pufo en la EMT a Caixabank, como se ha hecho desde el gobierno municipal, es un disparate. Y no sólo porque miles de ciudadanos y empresas guarden allí sus ahorros, sino porque podría sembrar una peligrosa desconfianza en la entidad. Qué difícil resulta asumir responsabilidades y pedir perdón cuando el responsable de la catástrofe eres tú.