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La falta de noticias más contundentes acerca de los intentos de superación de la crisis económica a la que nos ha llevado el coronavirus de marras, nos cuenta el diario de más circulación de España que un restaurante alemán —de Frankfurt— harto del cierre forzoso, ha llenado las mesas de osos panda de peluche vestidos con las camisetas de los equipos de fútbol del país. Cabe preguntarse de qué forma se logra negocio sustituyendo los clientes por muñecos; el truco consiste en que el restaurante los vende a 150 euros la pieza, imagino que el equivalente de lo que costaba una cena para dos sin pasarse a la hora de elegir el vino.

No sólo la idea es buena sino que la elección de ese cambio mercantil ha tirado de las mejores claves psicológicas del ser humano. Los osos panda nos parecen las criaturas más adorables del planeta, cosa que tiene su peligro y no porque sean agresivos sino por su peso. Recuerdo que la reina Sofía, la emérita, estuvo a punto de morir hace años porque durante un viaje oficial —supongo que a China— le sentaron en las piernas una cría de panda que casi la aplasta. Pero con los peluches no existe el riesgo: son del tamaño que uno quiera y ni los de elefante suponen peligro alguno.

Pero si al detalle del animal que nos cae mejor se le añade el enfundarle la camiseta del club de fútbol del alma —cuidando bien incluir todos, que las almas son muy territoriales en ese aspecto— aparece entonces la combinación perfecta. Ya que no hay clientes en el restaurante, se inventan y luego se venden: jugada magistral porque ni siquiera hay que almacenar alimentos perecederos, con el riesgo que suponen si no se venden de inmediato. Los peluches de panda futbolistas duran lo que haga falta.

Ni que decir tiene que no es necesario en absoluto reciclar el negocio partiendo de un restaurante. Las compañías aéreas, los teatros, las salas de fiesta, los hoteles y, en general, todas las empresas que se ven en apuros por culpa de las restricciones que intentan aplacar la pandemia pueden aprovechar el ejemplo. Aunque diversificando la idea, claro, porque llenar las ciudades de comercios dedicados a vender peluches de panda con camisetas del Barça, del Atlético de Madrid o de cualquier otro equipo de fútbol iba a saturar muy pronto el mercado. Lo suyo, ya digo, es variar la oferta y ahora que caigo es justo lo que lleva haciendo el gabinete del presidente Sánchez desde que tenemos Gobierno de coalición. No hay ministerio que se precie si no disfraza sus servicios (¿) de pandas encamisetados a voluntad. Y no siquiera se tiene que ocupar de vender nada. De eso se encarga un solo departamento, el de Hacienda, por el sistema del atraco organizado. Digo yo que, al menos, cuando nos cuelan la subida reglamentaria de impuestos podrían enviarnos el peluche a casa.

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