“Dejemos de jugar a adivinar el futuro, necesitamos entender lo que nos está pasando”. Cristina Monge Lasierra, profesora de Sociología en la Universidad de Zaragoza, conferenciaba recientemente en la sala gótico mediterránea Refectorio del Centre del Carme de València, sobre “Sociedades temerosas. Sociedades AC/DC”, análisis del colectivo humano antes y después de la pandemia Coronavirus.

“Tenemos miedo, hemos dejado de confiar profundamente en esas democracias, el resultado es que somos sociedades temerosas”. Asentir con tal diagnóstico es fácil ya que en cualquier ámbito las personas se han visto atrapadas en la indefensión, el terror y la percepción de inutilidad de soportes instaurados. ¿Quién vela por el bienestar del pueblo? ¿Realmente es factor de primer orden y absoluto? Varias cuestiones de igual calado retumban en las mentes de las sociedades humanas forjando desafección, incredulidad y desconfianza, tres jinetes apocalípticos para cualquier sistema de gobierno no totalitario. ¿Se involucra al pueblo en el razonamiento de soluciones? O es ¡pim, pam y ya está! ¿Por qué no explicar con cercanía, con detalle, transmitiendo? ¿Por qué finalmente la red Internet y los dispositivos robóticos han superado en credibilidad al ser humano?

¡Sociedades! “Nos hemos redescubierto como seres ecodependientes, nuestra vida depende del planeta, estamos cargándonos las barreras naturales”. Este fue otro de los puntos expuestos por la también asesora ejecutiva de ECODES (Fundación Ecología y Desarrollo). Desastres, transmisión de enfermedades y devastación acabaran exterminando a la especie humana como ella viene haciendo con otras. “El planeta se regenerará pero nosotros (nosotras) no podremos vivir en él; somos mucho más ignorantes de lo que pensábamos” comenta esta polítóloga vaticinando la hecatombe humana, aunque confiesa ser: “Muy mala cuando saco la bola de cristal”. Javier Navarrete Varela en su obra La Magia del espejo, relata en el capítulo dedicado a tal instrumento adivinatorio que “Giuseppe Baldasamo, famoso masón y miembro de los Illuminati conocido como el conde Cagliostro, asombró a los nobles y cardenales de Francia realizando una serie de predicciones mediante la contemplación de una panzuda garrafa de cristal”.

“¿Qué ha cambiado realmente?”, se lee en la pantalla situada tras la conferenciante. “Igual no han cambiado tantas cosas” arguye Monge especificando, a su vez, las características relacionales implantadas actualmente y que, en gran manera, están sujetas a medios tecnológicos. “Somos tecnopersonas, somos ciberdependientes ¡somos ignorantes!”, enumeraciones calificativas sin doblez proyectadas en el apartado número dos de la exposición, inmiscuyendo claramente al auditorio en las conclusiones de Monge.

“¿Qué ha pasado con las brechas sociales? La brecha económica está creciendo, la brecha digital, que es mucho más que no tener ordenador o Internet en casa; la brecha de género”. Este último punto, la brecha de género, está siendo padecida también por la generación joven en su voluntad de acceso al sistema laboral, en la protección de derechos y contra las diferentes violencias machistas instaladas en la sociedad, generación tras generación.

“Feminización de la pobreza, la violencia machista es a nivel internacional. A la justicia le faltan pasos hay una burocracia complicadísima, un camino burocrático lleno de rocas. Chantaje, dejar sin hogar, ridiculizar, todo es violencia” declaraba María una joven de treinta y tres años perteneciente a la Assamblea Feminista 8M de València durante la acción realizada en la plaza de los Pinazo el pasado veinticinco de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género y el feminicidio. Ana de veintiún años, estudiante de enfermería, demanda “Más apoyo legal” para las mujeres que denuncian. Estefanía de veintitrés años con el título de Comunicación Audiovisual bajo el brazo anda peregrinando en pos de un trabajo, “Partimos de la base de que siempre van a preferir contratar a un hombre y se ahorran la baja por embarazo, consideran que las mujeres son débiles moralmente”, en las entrevistas se sigue preguntando si se proyecta tener descendencia. Carla con veinticuatro años, a punto de acabar Ingeniería Agrónoma, admite que sigue teniendo un poco de miedo al ir de noche por la calle, en su entorno familiar vivió la violencia psicológica sufrida por su abuela “Por parte de mi tío” y aboga por la “Necesidad de acabar con la dependencia económica de las mujeres y dotarlas de soluciones habitacionales y ayuda psicológica tras denunciar”. Paula de veintiocho años lleva una bolsa de lona con la ilustración de “Mujer feliz bailando” obra de la dibujadora Flavita Banana (Flavia Álvarez-Pedrosa Pruvost); Paula oposita a Justicia, un estamento al que tilda de “Muy patriarcal” reclamando “Mayor formación del personal desde funcionarios (funcionarias) y jueces (juezas)” y, por supuesto, mayor consideración al tomar declaraciones a mujeres víctimas del maltrato y brutalidad machistas, las juezas en tales casos “No hacen todo lo que podrían, podrían hacer mucho más, pero están en el sistema patriarcal”. Pili de treinta y ocho años trabaja en cuidados domiciliarios por lo que se encuentra en primera línea de la violencia machista, sobre todo psicológica, de “Hombres mayores a sus mujeres”, hombres que “Incluso a mí también me hablan mal”.

¿Cuál es la palabra mágica para la renovación del contrato social? “¡Protección! Protección no masculinizada. Intentar renovarnos como sociedad”. ¿O lo que toca es asimilar la polarización entre débiles irremisibles y potentes paladines? En Un mundo feliz, Aldous Leonard Huxley, autor inglés que viajó a Valencia en una ocasión, relata una civilización distópica enmarcada entre un antes y un después de Ford. ¿Es ahora el antes y el después? De ser así ¿Será a favor de la humanidad o para corroer, aún más, la existencia de millones de personas desprotegidas, en “la zona salvaje”? ¿Se implementará el “método Bokanowsky” más allá de las clonaciones? ¡Suspense!

“Ahora tenemos muchísimo más miedo”. ¿Quién pone en duda que por obra y gracia del capitalismo puro y duro, se involuciona a la indefensión primigenia? Seres errantes en busca del fuego, del tiempo y entorno vital, de la supervivencia. Los poderes han declinado sus obligaciones para con el pueblo y no transmiten sentimiento de protección, se afanan en inculcar rivalidades, no informan imparcialmente, aterrorizan, no fomenta la equidad, no ejemplarizan, subyugan utilizando engranajes manipulados y la desconexión para con las realidades individuales es deleznable. Hay muchas ganas de saber, de recibir información comprensible, de acercamiento. ¿Quién opina que el conocimiento, en el siglo veintiuno, es monopolio de universidades y “Abadías” como en tiempos pasados? Hoy la sociedad cuestiona, una y otra vez, a sabiendas de la importancia de las preguntas.

“Lo peor es que ya estamos caminando por territorios desconocidos, caminamos por territorios inesperados” donde “No sabemos lo que está pasando” y como guiño “Hemos cogido la economía globalizada y la hemos metido en el congelador”. Esa economía donde “Las empresas tienen un rol político, la empresa como actor político”. ¿Por qué el egocentrismo rector no atisba que las personas tenemos “Ganas de entendernos”? ¿Por el peligro que entraña la empatía organizada?

“¿Qué ha pasado cuando nos la hemos visto realmente apuradas?”, repentinamente la mirada general se ha dirigido a la ciencia y al Estado en busca de respuestas dignas, fidedignas. ¡Suspenso!

“¿Por qué nos estamos contagiando?”.

“A los politólogos (politólogas) nos gusta mucho hablar de la polarización afectiva” (mide los sentimientos que inspiran diferentes opciones políticas, cabecillas o representantes de sus filas). ¿Márquetin? ¡Venta! Y puesto que vender es un arte, se podría comulgar con lo escrito por la galardonada novelista lesbiana, guionista de cómics y maestra del suspense estadounidense Patricia Highsmith, en su confesión autobiográfica titulada “Suspense”. Cómo se escribe una novela de intriga: “Recordemos que los artistas han existido y persistido, como el caracol y el celacanto (peces con más de trecientos millones de años) y otras formas invariables de vida orgánica, desde mucho antes de que la humanidad soñara con gobiernos”.