Para responder a la pregunta sobre la necesidad o no de una armonización fiscal entre las comunidades autónomas, lo primero que habría que plantearse es a quién beneficia que esa armonización no se produzca. Y en el caso de los impuestos cedidos a las comunidades autónomas, la respuesta es clara: a aquellos poseedores de grandes patrimonios, a los herederos de grandes fortunas y a los que obtienen elevadas rentas. Se dirá que estimular con rebajas fiscales la domiciliación de tales patrimonios y rentas acabará aumentando la recaudación, pues cobrar menos a muchos puede ser más rentable que cobrar mucho a pocos. Pero díganme a continuación si eso no nos lleva a una carrera de reducción de impuestos y, sobre todo, dónde está la meta. Dicho de otro modo, ¿qué es cobrar poco para conseguir cobrar más?

Ya sé que en la actualidad las comunidades autónomas disponen de esa capacidad y que por tanto la acusación de competencia desleal es excesiva, pues argumentarán con razón, quienes se sientan señalados, que no cabe deslealtad en quien aplica la norma. Sin embargo, sería honesto reconocer que la capacidad de aplicar esa política de baja carga impositiva para atraer elevadas rentas y patrimonios no está al alcance de todas las comunidades y que algunas, pongamos que hablo de Madrid, gozan de una situación especialmente privilegiada para actuar como esa aspiradora a la que se refiere el president Ximo Puig.

Que la Comunitat Valenciana sea la peor financiada y que, como consecuencia de ello, nuestra deuda sea la más elevada, a pesar de gastar menos por habitante que la media, contrasta con los 4.100 millones de euros que la Comunidad de Madrid se permite dejar de ingresar cada año de los bolsillos de sus ciudadanos más pudientes, si en vez de aplicar sus rebajas fiscales aplicara la misma fiscalidad que pagamos los valencianos.

Imaginemos que decidimos poner aún en mayor riesgo servicios esenciales como la educación, la sanidad o los servicios sociales y nos aventuramos en esa carrera llevando al límite de lo posible la reducción de impuestos para competir entre comunidades autónomas por captar fortunas y rentas deseosas de pagar menos, algo que le parece muy bien al presidente de la CEV, según ha declarado al calor de esta polémica. Imaginemos a continuación que tenemos éxito, que ya es mucho imaginar teniendo en cuenta que casi habremos renunciado a nuestra capacidad recaudatoria, ¿cuánto tardarán las demás Comunidades, si es que pueden, en hacer lo mismo para no perder atractivo? Ya tenemos la solución que el presidente de la patronal, como último recurso, también proponía: armonizar a la baja.

Hete aquí que nos hemos convertido, todo el país, merced a la sana competición entre comunidades autónomas en un paraíso fiscal. Eso sí, ya hemos armonizado y la competición entre territorios ha llegado a su fin. Pero no nos deprimamos, salimos al mundo llenos de atractivo para captar fortunas e inversiones allende los mares. Lo que no sé es como vamos a contener nuestra prima de riesgo y financiar nuestra deuda, cómo vamos a pedir a nuestros socios europeos planes de recuperación ni como vamos a garantizar renta, seguridad y bienestar a los ciudadanos y ciudadanas. Tampoco alcanzo a vislumbrar cómo podremos ayudar a las empresas, a los autónomos o a los trabajadores afectados por esta crisis o por las que vendrán, ayudas que tanto reclaman del Estado aquellos que, paradójicamente, tanto se afanan por jibarizarlo.

En serio, si los populismos están atrayendo a millones de ciudadanos en Europa o en Estados Unidos es porque la manoseada clase media y trabajadora se siente amenazada. Amenazada en su empleo que cada día es más inseguro, más precario y le proporciona menor renta. Amenazada en su posible pensión de jubilación, en su sanidad y en su educación públicas, en su red de seguridad y bienestar presentes y futuros, porque se consideran todos ellos derechos insostenibles por Estados que, sin embargo, aumentan su riqueza; pero también, y a mayor ritmo, su desigualdad.

Competir entre Estados para captar inversión y atraer fortunas ha degradado el factor trabajo y ha debilitado el Estado del bienestar, beneficiando exclusivamente a las grandes corporaciones y multinacionales planetarias. En este escenario los Estados-nación son casitas de Monopoly, de manera que la armonización fiscal no solo es imprescindible entre comunidades autónomas, sino en la Unión Europea.

Estamos a las puertas de la Navidad, pero no me puedo convencer de que nuestra patronal crea en los Reyes Magos, así que debe ser que se lo callan para no mancillar nuestra inocencia. Bien saben que las ayudas que piden con insistencia y reciben se las traen los padres, en este caso, papá Estado.