En los interminables últimos meses, tres destacados temas estrella, que lamentablemente se están prolongando demasiado, han despertado el interés de los ciudadanos del mundo entero y han ocupado las páginas y las pantallas de los medios de comunicación. Uno de ellos inquietante: La pandemia del Coronavirus, los otros dos apasionantes: El Brexit y las elecciones en Estados Unidos. 

Este último va a centrar nuestra atención en estas líneas. Como apuntaba un columnista galo, las elecciones americanas han despertado tanto interés en su país que un ejército de sesenta millones de franceses se han convertido en politólogos, versados en el acontecimiento, han aprendido la geografía, han asimilado la organización, los nombres y características de los Estados que integran la Unión, en definitiva, han devenido expertos en el tema. No es este un fenómeno infundado, ni exclusivo de nuestros vecinos del norte, obedece a la intuición y al interés por lo mucho que estaba en juego, tras los turbulentos años de la presidencia de Donald Trump, y ello ha sido también producto de haber tenido al alcance y haber podido seleccionar una información accesible, diversa, abundante, precisa y objetiva.   

En concreto analizaremos somera y sucesivamente tres aspectos: 1-La campaña electoral, 2-Los programas de los dos principales partidos, 3-Los resultados de los comicios.

1-LA CAMPAÑA. 

Por el carácter singular de uno de los contrincantes, Donald Trump, presidente al que o se renovaba o se sustituía, el calificativo que mejor la podría definir es “áspera”. El mandato del 45 presidente se inició mintiendo, y así ha continuado sin excepción en cada uno de sus actos, hasta el final, desde la ceremonia de su toma de posesión, y presumiblemente continuará y superará el mismo momento del traspaso de poderes a su sucesor, Joe Biden, el próximo día 20.01.2021, negando hasta la paranoia la legalidad de la votación y sosteniendo sin pruebas un imaginario fraude electoral del vencedor y un tramado y complejo complot para su derrota. 

Para Trump la verdad no existe o, por lo menos, no le importa un comino, dice lo que le interesa en cada momento, sin remordimiento alguno para soltar lo contrario el día siguiente. En él no hay fronteras entre la realidad y la ficción, entre lo verdadero y lo falso. Estas trápalas, transmitidas a través de las “redes sociales” se difunden inmediatamente a todo el orbe, a velocidad de la luz, calando profundamente en la gente, en especial en los más jóvenes y en los más incautos,  que normalmente son los más asiduos y solo se informan por ese procedimiento, lo cual acentúa el problema.  

El papel de los medios de comunicación ha sido abrumador; Trump ha vendido odio y mentiras a través de los mismos. Si ha gobernado todo el tiempo más por medio de los mensajes de twitter que sentado en torno a la mesa, en sesiones de trabajo con sus cualificados colaboradores, de la misma forma ha hecho su campaña, utilizando ese recurso de comunicación, el que más aprecia, y por el cual ha transmitido sin cesar sus “fake news”; con ellas ha hecho más frágil la democracia americana y ha polarizado la vida política del país, abriendo una franja de intolerancia y de deterioro de la convivencia entre los ciudadanos. 

Su campaña ha sido populista, arrogante, degradante para las instituciones, denigrante para el adversario, impropia y sin precedentes en el país que debe liderar el mundo. ¿Que se puede pensar de lo que muchos sospechan ha sido la farsa de su supuesto contagio del covid y su milagrosa recuperación? 

La campaña para la elección del presidente se planifica, por ambos partidos, en concordancia con la regla del “winner take all”, al que obtiene más votos en cada Estado se le atribuyen todos los compromisarios, (con excepción de Nebraska y Maine, donde rige un sistema proporcional), lo cual tiene como uno de sus efectos que la atención se centra sobre los Estados cuya mayoría a favor de los colores azul o rojo, que identifican a demócratas y republicanos respectivamente, no es constante en las sucesivas citas con las urnas, bascula de una a otra, son los denominados “Estados pivot”, de ahí que en ellos se concentre todo el esfuerzo de los líderes y aspirantes a la más alta magistratura y sus mítines, para convencer a los votantes, relajando la atención respecto a los “Estados seguros”, que se dan por conquistados.

Frente a esa arrogancia, la actitud del otro candidato, el que fue ocho años vicepresidente de Obama, ha sido prudente, sosegada, serena, responsable, dentro de los cauces de la normalidad y la democracia. Ha hecho constantemente apelaciones a la concordia, al respeto a todos los ciudadanos, al margen de sus creencias, del color de su piel o de su lugar de nacimiento. Ha resaltado la gravedad de la epidemia producida por el coronavirus, al que ha prometido dedicar sus primeros esfuerzos, ha hecho una llamada permanente a la convivencia, al respeto al veredicto de las urnas, a la unidad, tendiendo la mano a todos, tanto a sus votantes como a los del partido rival.

2- LOS PROGRAMAS ELECTORALES. 

Si en el primero de los aspectos, la campaña, solo la de Trump claramente merece la crítica, en cuanto a los programas únicamente el de Biden requiere un estudio más profundo, porque el presidente vigente no presentaba novedades, se limitaba a prometer más de lo mismo durante otros cuatro años: Desvinculación de todo compromiso internacional, abandono del multilateralismo, aplicación de las relaciones de fuerza entre las naciones, a espaldas del derecho internacional, destejer todo cuanto su predecesor Barack Obama había construido, respecto a la ecología, a la relación con Irán, al comercio con los países ribereños del Pacífico, a debilitar sus vínculos con Europa, a apoyar el Brexit, al portazo dado a la OMS y a la UNESCO. 

El programa de Biden se asienta sobre estos ejes principales: 

La sanidad. Propugna la obligatoriedad del uso de la mascarilla, que Trump satirizó y menospreció, (no al confinamiento general de la población, como ha matizado más tarde), la vacuna obligatoria y gratuita para todos, la apertura de las aulas, reforzamiento del “Obamacare”, un seguro público para toda la población. 

La economía. Rechaza la bajada de impuestos, sostenida obstinadamente por su oponente, por ser una medida injusta, que favorece a los más ricos y aumenta las desigualdades sociales. Biden se focaliza en la recompensa del trabajo, para lo cual duplicará el salario mínimo, aumento de los impuestos solo a las empresas y a los adinerados, aquellos cuyas rentas anuales superan los 400.000 dólares. El apoyo a la educación es otro señuelo de su política, medida destacada será la gratuidad de los dos primeros años de las enseñanzas superiores para los alumnos de rentas mas bajas. 

El clima. Supone un giro radical respecto a su predecesor, fomento de las inversiones para la transición energética, apoyo a los transportes públicos, en especial al tren, retorno al Acuerdo de París, desde el primer día de su acceso al cargo.

3.- RESULTADOS ELECTORALES.

En los Estados Unidos los sondeos electorales constituyen una obsesión; si bien en esta campaña siempre han pronosticado la victoria de los demócratas, con algunas dudas cuando más se acercaba el tres de noviembre, acentuadas por la sorpresa que se produjo en 2016 con la victoria contra pronóstico de Trump, cabía esperar un maremoto a favor de los azules, pero esto no se ha producido, si miramos el número de sufragios emitidos a favor de sendos contrincantes. Se han batido todos los records de participación, 75 y 72 millones de votos respectivamente para demócratas y republicanos, han ejercido su derecho 15 millones más de ciudadanos norteamericanos que en la anterior confrontación, en 2016, ocho para los demócratas, 7 para los republicanos. Resalta, sin embargo, el elevado número de papeletas para Trump, que ha superado incluso otro record, las obtenidas por el ganador en 2008, Barack Obama, lo cual refleja que la democracia sigue firme y a la vez la resistencia del trumpismo; es preocupante que las teorías del perdedor tienen muchos seguidores, han arraigado y van a persistir.  

El sistema americano establece una elección indirecta del presidente, los ciudadanos seleccionan a los compromisarios de cada Estado y luego estos designan por mayoría al que será presidente. El reparto global de los 538 puede resultar a veces desequilibrado y en apariencia poco democrático. Así cabe pensar al recordar que Hillary Clinton en 2016 obtuvo 3 millones de votos más que su contrincante republicano, que se tradujeron sin embargo en 227 representantes frente a los 304 de Donald Trump. Fenómeno que podría haberse repetido en 2020, habida cuenta de la relativamente pequeña ventaja de Biden en Estados como Nevada, Arkansas, Pensilvania, Georgia, y sin embargo se ha traducido en la abultada diferencia de “grandes representantes” para el demócrata, que terminado el recuento podrá ser 306 contra 232. 

Fenómeno para remarcar es el voto por correo y el voto anticipado (depositados con anterioridad al día oficial de las elecciones). Se han emitido por estos medios más de 100 millones de votos. Motivado fundamentalmente por la excepcional situación sanitaria, negada y ridiculizada por Trump, éste ha propugnado el voto presencial, el día tres de noviembre, a la vez que ha denigrado y obstaculizado la otra alternativa, sobre la cual ha sembrado permanentemente la sospecha de fraude. El partido demócrata, en cambio, consciente del alcance y trascendencia de la protección frente al contagio del virus ha incitado al voto por correo, con el objetivo de evitar las colas y las abultadas concentraciones de personas.  

La victoria de los demócratas ha sido solo relativa en otros campos que también se dilucidaban ese mismo día. En el Congreso han perdido algunos escaños, conservando no obstante la mayoría. Más disputado ha sido el Senado, donde los republicanos tienen ya asegurados 50 escaños, sobre 100, en tanto que los demócratas solo disponen por ahora de 48 y únicamente el día cinco de enero próximo se sabrá si en las elecciones especiales que se celebrarán en Georgia obtienen los dos senadores en disputa, en cuyo caso igualarían los 50 de sus opositores y rompería el empate el voto de calidad de la presidenta, cargo que corresponde a la vicepresidenta del gobierno federal, Kamala Harris. 

Volviendo ahora sobre el título de cabecera, en una de las oportunas entrevistas en los ansiosos días del recuento, uno de los interrogados, de piel morena (importa resaltarlo), alto cargo de la Administración, tremendamente emocionado expresaba este sentimiento sobre el candidato ganador: “Se ha demostrado que ser buena persona cuenta…”. Por su parte el propietario de Amazón, Jeff Bezos, ha vertido estas palabras: “La unidad, la empatía y la decencia no son características de una época pasada”.

Es el momento de cambiar el rumbo a la deriva a la que Trump ha llevado a la sociedad americana y que ha inspirado indirectamente a muchos colectivos humanos en el mundo, que siguen su estela. Es el momento de resaltar los valores democráticos que en mucha mayor medida encarna su oponente triunfador. Esta enseñanza vale para otros países, de Europa y del mundo, entre ellos el nuestro, que necesitan clarificar las ideas y reafirmar los valores de la ética y la verdad.