El Congreso hace mejor al Gobierno», dijo Errejón en el pleno del miércoles. Y tiene razón. Casi siempre es así. Pero lleva adicionalmente razón porque el Gobierno lo necesita. La intervención de Sánchez no fue del todo persuasiva. El país necesita ánimos, tener esperanzas. Incluso hacerse ilusiones. Pero no tiene fácil aceptar que todo va bien. Sánchez habla desde Bruselas, y ha hecho una intervención casi como el delegado español de Europa. Viene de la intensidad de un par de días insomnes. Eso da euforia. Pero debe saber que le habla a un país cansado, que no está para épicas. La esperanza, la ilusión, viene más por el cambio de rumbo de Europa que por la acción del Gobierno. Y Sánchez, en su respuesta, lo dijo una y otra vez. Pero cuando miramos las cosas desde aquí y desde el presente, no desde allí y desde el futuro, no vemos entusiasmo. Ni económica, ni social, ni cultural ni política ni institucionalmente se puede decir que las cosas van bien.

Por supuesto, la intervención de Casado y Abascal no habla desde Bruselas ni desde el futuro, sino desde el pasado y desde sus deseos melancólicos. Toda su intervención es un alegato de lo bien que estábamos cuando teníamos una dieta de dos platos, un bipartidismo que no va a volver. Lo increíble es que no sean capaces de darse cuenta de que tienen que ajustar sus propuestas a una España diferente. Eso no implica por sí solo una conmoción, salvo que ellos se empeñen en considerar que la única España posible es la ya vieja del bipartidismo. Y se empeñan. Si no, vean esa propuesta de Almeida de formar un triunvirato entre él, Casado y Díaz Ayuso. Madrid como la última trinchera de la inflexibilidad. Solo el que no tenga ojos en la cara puede dejar de ver que ese es el mayor peligro político para eso que se ha llamado el régimen del 78.

Muchas voces de las Cortes, de una y otra procedencia, le han recordado al Gobierno que no todo va bien. La emigración, la forma en que se ha bloqueado la investigación del rey Juan Carlos, y la gravedad que adquiere la duración de la pandemia complican las cosas. Pero en todo caso, el Congreso es tan variado y plural que sí, que es posible que sea un potaje, pero no deja nada sin tocar. Y eso gusta. Desde que tengo memoria me acuerdo del socarrón Grande Covián y su perpetua defensa del potaje, la comida reina de la dieta mediterránea. Y ya lo sabemos. Al potaje le es necesario el duro tocón de Vox, esa roca dura de la patria.

El miércoles, Echenique se nos reveló como un parlamentario digno. Su discurso evitó tópicos formales y se lanzó a un análisis sobrio de la situación. Fue un discurso político, diferente de las buenas palabras de Lastra, demasiado angelicales. Echenique apuntaba a una verdad política relevante. Dijo que desde 2015 el Congreso ha mostrado, una y otra vez, en cuantas elecciones se realizaron, que existía una mayoría parlamentaria constante, y solo cuatro años después, en 2019, llegó a cristalizar en un Gobierno. Y desde luego, cuando se ha preguntado por qué ha sido posible lo que en 2015 no lo fue, tiene razón al decir que por Podemos. Es fácil argumentar que sin la mediación de Podemos no se habría logrado enganchar al carro a Esquerra, y desde luego habría sido más complicado sacar adelante los presupuestos.

Desde hace años hay una mayoría progresista y plurinacional, como la llama Echenique. Pero ese dato aislado parece que garantiza la formación de Gobierno como algo automático. Su propio argumento sugiere que no es así. Tardó cuatro años en hacerse. Y la pregunta relevante no es tanto por quién se hizo, sino por qué ahora. No se trata de que Podemos tenga la barita mágica. Sánchez fue dejado caer una vez por Esquerra y Podemos no tiene en su mano evitar que eso suceda una segunda vez. Por lo demás, tras negarse a cooperar con el PSOE de forma abrupta, Podemos aceptó hacerlo justo cuando era más débil. Esa debilidad tenía como causa directa errores de dirigencia que podrían ser letales de ir a otras elecciones. Podemos ha influido de forma decisiva en tener presupuestos, y eso da un respiro, pero que Esquerra y Bildu apoyen esa mayoría progresista en el medio plazo no depende de Podemos. Por lo tanto, no tenemos la percepción de que los problemas de fondo hayan comenzado a abordarse.

Estamos en una situación de impás, en un paréntesis concedido. Que ello exista se debe en buena medida a Podemos. Es cierto. Que incluso algo tan elemental como votar los presupuestos haya tenido que ser explicado como un paso hacia la destrucción del régimen del 78 por algunos actores, muestra que no hay por ahora margen de movimiento profundo de posiciones. El discurso de la representante de Bildu del miércoles muestra con claridad la retórica de la que será difícil prescindir. En suma, Echenique presenta como estructural algo procesual. Este gobierno estuvo determinado por el miedo a unas próximas elecciones, y el miedo en política es constituyente. Porque si Podemos bajara en las próximas elecciones y muchos de sus votos se fueran al PSOE, esa mayoría progresista plurinacional podría estar en peligro. Una mayor proporción de voto hacia el PSOE y una temida bajada de UP, podría cambiar su naturaleza. Echenique ve así demasiada irreversibilidad en esa mayoría. Yo no me haría tantas ilusiones. Podemos tiene que ganarse día a día mantener su carácter decisivo. Y eso no será fácil.

El puzle político sigue muy complicado y el tiempo que pueda sostener el PSOE la cruz de bóveda de las contradicciones es una incógnita. Resulta evidente que en las grandes cuestiones de Estado el PSOE es más convergente con el PP que con ninguna otra fuerza. En las políticas domésticas tiene que pactar con partidos que no comparten esas políticas de Estado, pues su ideal es que no existan. Cuando el más mínimo elemento de esa política de Estado se ve afectado por la política doméstica, entonces saltan chispas. El mejor ejemplo, el Sáhara, el último eco de la debilidad de la política imperial franquista y sus fatídicos efectos sobre nuestra historia. La capacidad de desestabilizar que tiene Marruecos sobre España es de tal índole, que una contradicción en el seno del Gobierno sobre nuestro vecino puede ser letal para eso que Echenique llama mayoría progresista plurinacional. La política de Estado se puede aparcar por un tiempo, pero tarde o temprano está ahí. Y nadie puede ir muy lejos sin unificarla con la doméstica.