Nos hallamos en un momento social, económico y político en el que los ciudadanos esperan de sus representantes una altura de miras acorde a la situación inédita que vivimos desde que en el pasado mes de marzo apareció, con toda su virulencia, la pandemia provocada por el coronavirus. Cuando encaramos los últimos coletazos de este año 2020, que señalaremos a fuego en el calendario por su carácter negativo que ha removido toda nuestra sociedad de arriba a abajo, se hace más necesario que nunca desmenuzar algunas de las medidas que hemos llevado a cabo durante los últimos meses. De entrada, porque hemos tenido que adaptarnos a una nueva realidad que en modo alguno tiene que ver con los rasgos que trazamos, hace ahora justamente un año, para encarar, precisamente, el año 2020. Cuando llevábamos solo dos meses y medio de este ejercicio, en marzo pasado, nos dimos cuenta de la fragilidad del ser humano ante una realidad cambiante azotada por una pandemia nunca vista. Por primera vez, comprobamos que entre todos debemos cuidar de nuestro entorno porque solo así nos podremos cuidar a nosotros mismos. Y si lo hacemos todos unidos, dejando al margen los intereses políticos de partidos o ideológicos, podremos centrar todos nuestros esfuerzos en hallar las posibles soluciones ante el reto que nos ha puesto la naturaleza.

Es en ese camino, en el de la concordia y el diálogo, en el que los políticos debemos transitar para demostrar a la ciudadanía que nuestro primer objetivo debe ser servir a la sociedad en todo su conjunto. Un contrato social como el que propugnaba Jean-Jacques Rousseau por el que los ciudadanos se someten a una voluntad general y otorgan al Estado el poder de dirigir la sociedad, con sus deberes y sus derechos. Y es ahí donde los políticos debemos gestionar con mayor ‘seny’ y ‘trellat’ el devenir más próximo. Aunar a los partidos que, por sus diferencias ideológicas o programáticas están más alejados, puede parecer que es más difícil, pero es ahí donde se calibra la capacidad de un político para pasar a la acción y plasmarlo. Más allá de las posiciones maximalistas de izquierdas o derechas, debemos diseñar políticas que sirvan para sacar adelante a nuestros autónomos, a todas nuestras pequeñas y medianas empresas, a todos nuestros agricultores, a los trabajadores inmersos en procesos de regulación temporales de empleo, a nuestros profesionales y tantos y tantos sectores que nos necesitan, precisamente, en este momento. En esa línea, los ayuntamientos tenemos encomendada una tarea muy importante y esencial en la reconstrucción de la sociedad de la post-pandemia en la que los ciudadanos nunca nos perdonarían que no antepusiésemos el interés general a cualquier otra tentación espuria.

Por ello, hemos sido capaces de aprobar con el mayor respaldo político posible un instrumento tan importante como es el presupuesto económico anual del Ayuntamiento de Riba-roja de Túria. Sin partidismos apriorísticos y abiertos a cualquier mejora o iniciativa del resto de representantes políticos porque solo así habremos dado ya un paso importante en su éxito. Sin vetos y sin condiciones previas, cualquier partido elegido ha tenido abiertas las puertas de nuestro equipo de gobierno del PSOE que, pese a su mayoría absoluta, ha trabajado codo con codo con todos aquellos que han tenido la voluntad de llegar a acuerdos, realistas y razonables. Partidos como Compromís, Podemos o Ciudadanos se han sumado a este viaje en el que esperamos tener el resultado que nuestros vecinos y vecinas se merecen. Esperamos que este consenso y acuerdo se puede trasladar a otras instituciones, como resultado de ese contrato social rousseauniano indispensable en nuestra vida.