Se pregunta Joan Bou, en estas mismas páginas de Levante-EMV, “Una celebració més del Dia del Migrant?” Efectivamente, la dramática tragedia ocurrida a finales del pasado año con el incendio de una nave abandonada en Badalona, donde centenares de migrantes, fueron sorprendidos por el fuego, perdiendo vidas, enseres y futuro, resulta inadmisible.

¿Inadmisible?, unos breves versos de Bertold Brecht nos cuestionan. “¿Quién puede atreverse a decir “jamás”? ¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros. ¿De quién que se acabe? De nosotros también” Cómo es posible aceptar que gran parte de la población viva en condiciones de miseria al lado mismo de nuestras casas sin querer conocer esta realidad. Cómo ignorarla si junto al inmueble incendiado se encuentran otros en las mismas condiciones. Las Naciones Unidas hablan, desde hace veinte años, del derecho al asentamiento digno, y las cosas continúan como estaban.

En nuestras ciudades siguen situaciones que no queremos ver, que se ignoran. Es la realidad de “los nadie”, que dijera Eduardo Galeano, “que no son, aunque sean”. Son los invisibles a nuestros ojos. Personas adultas, familias con menores, que viven en estructuras temporales, fábricas en desuso o locales abandonados, próximos a donde la ciudad duerme, cómodamente. Allá donde la ciudad cambia su nombre, que dijera Francisco Candel.

Familias que llegaron hace ya muchos años, sin que su situación se haya podido regularizar, que continúan trabajando, en muchos casos, en condiciones de explotación - sin trabajo no hay papeles, sin papeles no hay trabajo - como también lo hacen quienes llegaron de aluvión, llamados por las sucesivas ampliaciones de la Unión Europea buscando las posibilidades de mejorar la vida que en sus países la globalización no favoreció y, en ocasiones, llegó a empeorar.

Inmigrantes que llegaron en cayucos, pateras, o con medios económicos escasos, que carecen de los necesarios para regularizar su situación y que acaban siendo ingresados en los Centros de Internamiento para Extranjeros, en condiciones deplorables. Una vergüenza para todos nosotros, de la que cada uno somos responsable. Tenemos la obligación de albergar al extranjero, al meteco, “soñador y adolescente”, que dijera Moustaki. Refugiados, aún cuando no lo fueran por motivos políticos, pero que, en cualquier caso, buscan refugio. Emigrantes, que fuimos todos, en algún lugar, en algún momento.

Tratemos al migrante como desearíamos que a nosotros nos hubieran tratado. La Agenda para el Desarrollo Sostenible, insta a resolver los problemas del milenio antes de 2030. Dentro de sus objetivos, la mejora de los asentamientos figura como una de las prioridades. Es un imperativo de los derechos humanos tratar a los migrantes con la dignidad que merecen. La responsabilidad de las Naciones Unidas no excusa la nuestra. Qué el Día Internacional de la Solidaridad, 20 de diciembre, no sea otra celebración, sino que nos comprometa a todos. Así, Feliz Navidad, para todos.