Poca atención prestamos a cómo la COVID-19 ha supuesto en los niños más pequeños el no poder asistir a fiestas de cumpleaños o a espacios compartidos para jugar. Pero, ¿qué impacto tendrá en el futuro esta situación en la siguiente generación?

No son pocos los chicos que forman parte de una generación que vive en un nuevo tipo de aislamiento forzado en donde no hay otros niños.

Y ocurre que, para muchos de estos, se acabaron las citas para jugar, las clases de música, los cumpleaños, la suerte de jugar con la arena o los columpios compartidos.

Ahora que los meses de aislamiento invernal están aquí, los padres se sienten cada vez más intranquilos por las consecuencias de las carencias sociales en el desarrollo de sus hijos pequeños. La gente trata de sopesar los pros y los contras de lo que es peor: poner a su hijo en riesgo de contraer covid o en riesgo de enfrentarse a un preocupante obstáculo social.

Es demasiado pronto para que existan investigaciones que publiquen sobre los efectos de los cierres por la pandemia en niños muy pequeños, pero los especialistas en desarrollo infantil aseguran que es probable que no afecte a la mayoría de los niños porque, a esa edad, sus relaciones más importantes se dan con los padres.

Aun así, un número creciente de estudios resaltan el valor de la interacción social para el desarrollo del cerebro e investigaciones demuestran que las redes neuronales que influyen en el desarrollo del lenguaje y una capacidad cognitiva más amplia se construyen a través del intercambio verbal y físico, desde compartir una pelota hasta el intercambio de sonidos y frases sencillas. Estas interacciones construyen la estructura y la conectividad en el cerebro y trabaja el lenguaje. Esto es o parece ser un alimento para el cerebro, ¡nada menos!

En lo que respecta a bebés y niños pequeños, estas interacciones fundamentales se conocen con ese término del tenis, el “saque y volea”, y dependen de intercambios continuos de sonidos guturales o palabras sencillas.

Aquí, contamos con que la tecnología está presentando tanto oportunidades como riesgos durante la pandemia. Por un lado, les permite a los niños participar en juegos virtuales con los abuelos, amigos de la familia u otros niños, pero también puede distraer a los padres que revisan sus teléfonos constantemente.

Pero quizás habría que tener una preocupación real si esta situación en los niños pequeños, durara años y no meses.

Sería útil entonces, comenzar a investigar a esta generación de niños para aprender más sobre los efectos del aislamiento relativo. Como ejemplo un estudio sobre la época de la Gran Depresión en el cual, una de las conclusiones obtenidas es que los niños de la época, que se desarrollaron mejor, fueron los que provenían de familias que superaron las dificultades económicas con más rapidez y que, en consecuencia, eran menos hostiles y se enojaban y deprimían menos.

Con ese fin, lo que más necesitan en este momento los bebés, los niños pequeños y otros niños que crecen en la era de la covid es una interacción estable, dentro del cariño y atenta con sus padres. Estos niños no carecen pues, de interacción social, porque reciben la interacción más importante, la de sus progenitores.

Una complicación puede ser cómo el aislamiento que sienten los padres hace que estén menos conectados con sus hijos.

Tratar de manejar el trabajo y la familia en el mismo ambiente es cuanto menos, complicado. Los problemas se multiplican cuando los padres se vuelven hostiles o deprimidos y no pueden responder a sus hijos, con lo que se irritan y cesan en el intento. Y eso siempre es peor que perderse una cita para jugar con otro niño. Esperemos que la experiencia pase pronto y hayamos aprendido lo suficiente para el nuevo curso.