Últimamente, se tiende mucho a tecnificar el lenguaje sencillo, el de siempre. Por ejemplo, he llegado a ver cursiladas como, en lugar de anunciarse un «fontanero», profesión digna y necesaria donde las haya, lo hacía un «técnico especializado en integración de conducciones externas e internas para fluidos domésticos». Pues muy bien, yo seguiré llamándolo fontanero. Dado que esta clase de lenguaje va a más, he decidido participar con esta praxis de forma colaborativa.

Al igual que existen los «NINIS», personas jóvenes y no tan jóvenes que ni estudian ni trabajan, existe otro colectivo, por desgracia olvidado en nuestra política social: los denomino «NONOS». Me refiero a personas entre los 50 años de edad y la jubilación (no 65 años, a partir de enero 2021 serán 66) que por avatares de la vida viven en el hogar de sus padres jubilados. Personas que tuvieron una vida y por circunstancias como la crisis, despidos, divorcios, desahucios y mil historias para no dormir ni vivir en paz, y tampoco sus padres al ver que sus hijos regresan al hogar, fracasados e impotentes al no poder sacar sus vidas adelante.

Es triste, pero es una realidad que ahí está. Los NONOS no tienen derecho a ninguna de las actuales ayudas del Ingreso Mínimo Vital, ni tampoco de la Renta Valenciana. Son un oasis de miseria olvidada dentro de humildes hogares de jubilados y jubiladas. La Seguridad Social no contempla la opción «jubilado con hijos a cargo»; no existía ese formato cuando se diseñaron las prestaciones. Sin embargo, existe la de cónyuge a cargo. Es lamentable que ninguna administración haya pensado en este colectivo que atesora una gran riqueza y potencial: su experiencia.

No pretendo cargar a la Seguridad Social de más prestaciones, bastante tiene con las suyas propias. Sin embargo, no veo ninguna justificación legal para que este colectivo sea excluido de las ayudas para la reinserción.

Me pregunto: ¿No merecen una segunda oportunidad? ¿Es razón suficiente para excluirlos de las ayudas sociales, regresar al domicilio familiar? ¿Acaso las pensiones de sus ancianos padres fueron concebidas para la manutención de esos hijos e hijas que regresan cuando el sistema social no los admite? ¿Alguien puede suponer el drama humano que representa ese tipo de «vuelta a casa»?

Creo, muy seriamente, que existe solución. Dejemos en el IMV y la Renta Valenciana a los pensionistas en paz. Está claro, hay jubilados cuya pensión lo podrá soportar holgadamente pero me temo que son las menos y siempre se pueden delimitar unos mínimos ingresos, pero ¿y la dignidad? ¿Tiene precio? Sus padres no son responsables, el sistema debe responsabilizarse de sus propios fracasos y no excluirlos de las ayudas sociales. No es constitucional que estas personas no tengan los mismos derechos.

Podría extenderme en aportar soluciones, pero prefiero plantear una realidad incuestionable, nadie es NONO porque quiere.

Adultos que hicieron su vida y tienen la valentía de volver a casa sin más posesión que lo que llevan encima, algunos a sus hijos, merecen respeto y una segunda oportunidad.