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josefina bueno

El regalo que nos hizo la ciencia

Con un preocupante aumento de contagios y con una perspectiva de nuevos confinamientos, iniciamos este 2021 con muchas incertidumbres y alguna esperanza. Las medidas de alejamiento, la mascarilla, el aislamiento y la vacuna son, parece, los únicos pasaportes capaces de llevarnos hacia la normalidad añorada. Las navidades que acabamos de vivir han sido las más tristes y apagadas que recordamos: sin viajes, sin fiestas ni bailes, uvas sin celebraciones, las calles desiertas de noche,… . Sin embargo, nos han traído las ansiadas vacunas para convertir el 2021 en lo que algunos han denominado “El Año de la Ciencia”. Los partidos de la oposición salieron en tromba a criticar el inicio de la vacunación calificándolo de “marketing político”. Perdonen que discrepe, puede ser marketing, pero en todo caso es “marketing científico”, porque nunca tantas personas se habían involucrado en un gran proyecto científico en tan poco tiempo. Porque se han batido récords en la colaboración entre expertos, sin competencia, con generosidad y mucha colaboración altruista. Porque la vacuna de la COVID19 es una de las mayores proezas científicas de la historia. Este logro se merece un marketing, merece ser presentado como un regalo a toda la humanidad. La primera persona vacunada un domingo 26 de diciembre de 2020 quedará para la Historia. El físico Agustín Fernández Mallo, en el excelente reportaje de Patricia Fernández de Lis en El país semanal, habla de la necesidad de reducir la distancia entre la comunidad científica y la ciudadanía. Una distancia que se debe a “una incorrecta educación, culpa de un sistema social científico que históricamente ha alentado la idea de que la ciencia es igual a la verdad. Y la ciencia es solo un método para acercarnos a esa verdad: eso sí es el mejor que tenemos”.

Pedimos certezas inmediatas, pero la ciencia produce resultados válidos porque admite ser refutada y va autocorrigiéndose. No se tiene la misma información sobre el virus y sus efectos ahora, que la que se tenía en marzo, y ello ha sido clave para reducir la mortalidad. Hace unas semanas, un médico francés animaba a la vacunación en una carta abierta en Libération: “La medicina científica puede que no sea la mejor forma de practicarla, pero es la que la sociedad y nuestros ancestros han elegido, es la que se imparte en las facultades de Medicina y la que se practica en Europa y en Occidente. No permite curar todas las enfermedades, no es perfecta, pero es nuestro referente. Por favor, vacúnense.” Hay que asumir -y falta pedagogía- que la ciencia no tiene respuestas inmediatas, que no entiende de intereses partidistas y que es incompatible con la inmediatez social exigida. Si se ha llegado a una vacuna en 10 meses ha sido, entre otros factores, porque había muchos grupos de investigación trabajando desde hace mucho tiempo, algunas veces en condiciones precarias y con recortes que se han sucedido en los ¡últimos 10 años!, algo que no tiene comparación con ninguna otra actividad. “Subsisten dudas, surgirán problemas y aflorarán nuevos obstáculos a superar, pero la humanidad en su conjunto -miles de millones de personas- se beneficiará de los frutos de una empresa científica colectiva sin parangón”, así concluye su artículo “Por qué la vacuna de la covid-19 es la mayor proeza científica de la historia” en The Conversation, Juan Ignacio Pérez Iglesia, catedrático de Fisiología de la Universidad del País Vasco. Mucha gente me pregunta: ¿Y la vacuna qué? No tengo duda, me pondré la que me toque cuando me toque, consciente de que puede producir efectos en mi cuerpo, pero nada comparado con los efectos que puede producir la COVID19 y consciente, sobre todo, del riesgo que representa que la población mundial siga expuesta a este virus. Con todas las imperfecciones e incertidumbres, deberíamos recordar que gracias a la ciencia no hay viruela y estamos a punto de erradicar la hepatitis o el sarampión. Gracias a la ciencia no hay peste ni apenas lepra. Gracias a la ciencia muchos cánceres pueden curarse y el SIDA, que tantas vidas segó, es hoy una enfermedad crónica, a pesar de su gravedad.

A los políticos les toca arrimar el hombro, y a la ciudadanía también. La política debería estar a la altura de la proeza científica y, en mi opinión, se enfrenta a dos retos. Por una parte, el proceso de vacunación masiva está demostrando que las dificultades logísticas que entraña requieren tanto o más esfuerzos que el científico. Todos los países de la UE y todas las CCAA están demostrando una aplicación desigual y dan muestras de cierto retraso. Por ello, todos los Presidentes, consejeros y consejeras de Sanidad de las comunidades deberían extremar la colaboración con el Ministerio de Sanidad, para ser más eficaces ante el enorme desafío logístico al que nos enfrentamos, para que lo antes posible y en las mejores condiciones quede vacunada la mayor parte de la población española. Es la única salida y la más urgente que tenemos como país y como sociedad. Esa es la política que espera y exige la gente; ese es el liderazgo que habría que ejercer. Ya habrá tiempo de pelear elecciones, porque si no combatimos el virus no habrá recursos ni para urnas. Hoy más que nunca hay que poner la Ciencia en el centro de la agenda política aumentando su inversión -los presupuestos generales de 2021 la han aumentado un 60%-, y mantener a la comunidad científica como figura central en el asesoramiento político y en la toma de decisiones. No generar falsas expectativas, escuchar y comprender las inquietudes de la comunidad científica y una mayor transparencia en los datos serían algunas de las condiciones a cumplir para poderle exigir a la ciudadanía el compromiso de colaboración y la disciplina imprescindibles en un tema de salud pública que requiere una respuesta colectiva. Nos tocará convencer a nuestro entorno para contribuir a mantener los niveles de confianza en los avances científicos, para que la vacuna se vea como un gesto de responsabilidad y de solidaridad. Estamos ante una situación de extrema gravedad, mueren personas cada día y tenemos que dar la talla. Nos han hecho un regalo, ahora toca abrirlo.

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