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maribel lugilde

Berrea

El gañán astado del Capitolio y el encefaloplanismo contemporáneo

Uno de los seguidores de Trump, durante el asalto al Capitolio.

Si algo ha reforzado en los primeros días de 2021 mi convicción en el valor de la educación, la información contrastada y la mirada sabia de nuestros intelectuales, ha sido la esperpéntica y bochornosa visión de la berrea protagonizada en el Capitolio por un sujeto de torso desnudo, bandera insertada en una lanza, cornamenta y rabos de zorro.

Empiezan a conocerse detalles de la biografía de este hombre al que seguramente una buena combinación de los tres elementos que menciono habría evitado su cataclismo personal y el daño al país que dice amar. Convertirse en un patán redondo, con todo el atrevimiento de la ignorancia exudándose por cada poro, es una tarea de años.

Le imagino desdeñando desde el fondo de la clase la formación que se le brindaba, pasando de largo de bibliotecas y museos, bebiendo ponzoña de foros conspiranoicos, protegiéndose de los medios de comunicación profesionales y, finalmente, riéndose en público y privado de mujeres y hombres sabios que son convocados en tribunas de prensa o tiempos de análisis televisivos. Seres de reflexión sosegada que requiere silencio en la escucha y recogimiento para la abstracción. Esto no va con los hombres berreantes que precisan estruendo y gritos para acallar sin razonar.

El gañán astado del Capitolio se enfrenta a varios cargos y hasta puede que pase una temporada entre rejas. Pero salvo que baje la guardia y medie una epifanía, saldrá resentido y envalentonado. Y, quién sabe, tras su minuto de gloria en todos los medios del orbe, quizás termine en una isla de famosos, torso al raso, cazando para comer y exhibiendo su masculinidad supremacista hasta que le nominen por una matraca constitutiva de delito de odio.

El patético ignaro, símbolo ya para la historia de asalto contra las instituciones de un país, instigado desde el corazón de una presidencia berreante, es el paradigma contemporáneo de esos líderes que proliferan hoy en todas latitudes, con discursos que insultan la inteligencia y los valores universales, que convierten a personas en jaurías descerebradas. Cuidado, están aquí.

Si Jacob Anthony Chansley –así se llama el astado–, y todos los seres que representa, tiene, en un rapto de debilidad, la necesidad de contrastar su razonamiento encefaloplanista, le sugiero desde aquí que analice el peligro de banalizar el mal del que alertó Hannah Arendt, el origen de la aporofobia que lamenta Adela Cortina, quiénes son (y por qué) los nuevos pobres, según Zygmunt Bauman, y el riesgo de las banderas que entorpecen la mirada, del que avisa Emilio Lledó junto a otro gran peligro moderno: el de los indecentes asaltando el poder.

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