Fue en un debate televisado el pasado mes de diciembre con concejales de la ciudad de València cuando vislumbré un posible futuro terrorífico debido a las exigencias territoriales de los partidos de corte nacionalista. El socialista Borja Sanjuán demostró formas y saber estar a pesar de su poco tiempo en el cargo municipal, pero poco pudo ayudar a su socio de gobierno Sergi Campillo, de Compromís, empecinado en hablar más de las políticas y modelo de gestión de Madrid y de su presidenta Isabel Díaz Ayuso, que de los asuntos de interés de la propia Comunitat Valenciana. A María José Catalá, lideresa del PP de la ciudad, no le fue difícil poner a su oponente contra las cuerdas y llevarlo a su terreno.

Pero fue tras la intervención de Fernando Giner, concejal y líder de Ciudadanos en la capital, cuando mi razón imaginó un futuro muy tétrico. En su réplica al nacionalista Campillo, Giner propuso el protocolo de trasplantes que se sigue en España como modelo unitario a seguir en la lucha contra la pandemia actual y en el que no se distingue entre territorios y asegurándose el mismo proceder. Cuando dijo que era un ejemplo de eficacia y de igualdad entre los españoles, Campillo saltó tal que le hubiesen mentado al mismo Belcebú.

El dirigente de Compromís dijo que el modelo político que defendía Giner se basaba en un Estado uniforme y centralista, y defendió la idea de que cada territorio, con su diversidad, debe ser el que determine las iniciativas sanitarias acordes con esa idiosincrasia propia de cada lugar. Campillo es doctor en Biología, pero no me quedó claro si hablaba el biólogo o el político. Tal vez ambos.

El virus del sida, en los años ochenta y noventa, destrozó colectivos muy concretos. Cierto es que toda la sociedad sufrió los daños. El coronavirus afecta a todos los segmentos poblacionales, pero es incuestionable que se ceba en personas con patologías previas y principalmente en la población de más de 50 años: uno de cada tres fallecidos en estas fechas vivía en una residencia. El virus no distingue las fronteras autonómicas. Tampoco las nacionales.

Decía antes que había imaginado un futuro tétrico porque oyendo a Sergi Campillo pensé en las vías que abre la biotecnología a esos políticos que supeditan todo a la personalidad colectiva, que creen en el valor diferencial del ADN (recuerden a Xavier Arzalluz) y la genética (Oriol Junqueras). ¿Podrá crearse algún día un virus que seleccione a sus huéspedes en función de las características del genoma grupal?