El título del filme de Martin Scorsese ‘The goodfellas’ (‘Uno de los nuestros’), los buenos amigos, da pie a escribir unas líneas sobre uno de ellos que se encuentra encarcelado en India por su trabajo con los pobres, tras haberse identificado en Brasil con la labor que llevaba a cabo el arzobispo Helder Cámara. Se trata de Stan Swamy, jesuita, nacido en Tamil Nadu, quien en el vídeo que pudo hacer circular antes de su arresto, manifestó que su detención, al implicarlo injustamente en participación en organizaciones maoístas, no era un caso aislado, sino uno más entre los de quienes se manifiestan en defensa de las justas reivindicaciones del pueblo adivasi.Hoy, con 83 años, es el encarcelado de mayor edad, con acusación de contacto terrorista que los jesuitas y numerosas instituciones humanitarias rechazan. Son muchas las personas que claman por su libertad no solo por razones humanitarias -tiene la enfermedad de Parkinson- sino por su compromiso, durante más de cuatro décadas, con los derechos humanos, junto a otros de los activistas, igualmente encerrados en la prisión de Taloja.Su trabajo en favor de los adivasis, grupos tribales de la India cuyos derechos no fueron respetados por quienes explotaban las riquezas naturales de la zona, nos lleva a recordar a Rabindranath Tagore, antiguo alumno jesuita de Calcuta, cuando defiende la dignidad humana: «Donde la mente carece de miedo y la cabeza se mantiene erguida». Así, igual que en Calcuta, los que lo fuimos en València no podemos ignorar la responsabilidad de alzar la voz por quienes no pueden hacerlo.Stan Swamy es un caso más que no puede ser ocultado, ni silenciado aun cuando se encuentre a miles de kilómetros de distancia. Su actuación es la de uno de los nuestros, un buen amigo, aventajado en la defensa de los derechos humanos allá donde son vulnerados. Su encarcelamiento nos compromete a todos. La defensa de su libertad nos resulta obligada.