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Julio Monreal

EL NORAY

Julio Monreal

Trincheras en la nieve

Trincheras en la nieve

El Consorcio de Transportes de Madrid, que gestiona el Metro, los autobuses urbanos, las Cercanías de Renfe y otras redes en el área metropolitana de la capital, tiene en el suburbano y en otros puntos de máxima concurrencia unos cartelones que informan de las novedades de los precios del Abono Tercera Edad desde el 1 de enero. La Comunidad de Madrid (Díaz Ayuso) tiene el placer de comunicar que aplica una política de reducción progresiva de dichos títulos de transporte: De los 9,30 euros mensuales del año pasado, en 2021 ha bajado a 6,30; en 2022 costará 3,30 y en 2023 (año electoral) el abono será gratuito.

Este beneficio al que podrán acogerse cientos de miles de mayores de 65 años en la Comunidad de Madrid es posible gracias, entre otros factores, al apoyo económico que los sucesivos Gobiernos de España, del PSOE y del PP, han mantenido hacia las entidades gestoras del transporte público en la capital del Estado y en Barcelona. Desde que uno tiene memoria, la subvención estatal a cada una de las dos redes no ha bajado de cien millones anuales, incluso en los años de graves crisis económicas. En 2020, Madrid obtuvo 126,9 millones; Barcelona, 109 millones; Canarias, 25 millones y València y su área, unos escuálidos 10 millones. Para el año que ya ha comenzado, y de acuerdo con lo recogido en los Presupuestos Generales del Estado aprobados por las Cortes, la subvención aumenta hasta 38 millones de euros, lo que ha desatado una ola de expresiones de satisfacción entre los portavoces autonómicos y locales de los partidos que han apoyado el presupuesto, léase socialistas, podemistas y compromisistas. Naturalmente, el nivel de atención a las áreas de Madrid y Barcelona también ha aumentado, pero partiendo de sus cifras habituales, que triplican y cuadruplican las valencianas.

La presidenta Díaz Ayuso y el alcalde Martínez Almeida podrán ofrecer transporte público gratuito a sus jubilados en 2023 por la abundancia de las ayudas del Gobierno y por otros elementos ya analizados en estas páginas y en esta columna dominical, como el efecto capitalidad que aspira recursos económicos y humanos de otras zonas, lo que permite una competencia fiscal desleal con otras comunidades que alimenta de nuevo la succión de riqueza, y así hasta el infinito en un círculo que unos dirán virtuoso y otros perverso.

Estaban los partidos de la mayoría parlamentaria estudiando cómo poner fin a esta desigualdad sangrante que el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, fue el primero en poner sobre la mesa de debate con base en un informe del IVIE, cuando llega una tal Filomena y cubre de nieve media España durante más de una semana. Las bucólicas imágenes de niños formando muñecos de nieve en las calles de las dos Castillas, Aragón y el interior de la Comunitat Valenciana dejan paso pronto a los inconvenientes del desabastecimiento por las dificultades de movilidad, la suspensión de clases en todas las escalas de la enseñanza, la escalada del precio de la electricidad y daños en árboles y pérgolas de polideportivos y aparcamientos que no aguantan el peso de la gran cantidad de nieve caída.

No han pasado ni 48 horas de la nevada y la atención se centra, casi exclusivamente, en Madrid, que como aspira todo capitaliza todo el interés. Los medios informativos, especialmente las televisiones públicas y privadas autotituladas nacionales, dedican tres cuartas partes de sus espacios de noticias y reportajes a las peripecias de la nevada en la ciudad del oso y el madroño.

Un galardonado director de informativos, después de dedicar 25 minutos del suyo a la nieve sobre Madrid, anuncia que también se han registrado precipitaciones copiosas en otros lugares. ¡Y da paso a una nevada en Japón! Es lo que ocurre cuando los medios nacionales asumen la agenda local de la capital como de interés general, y emiten imágenes de coches atrapados por la nieve en la M-30 como si el mundo se hubiera acabado. Esa es la razón de la megapresencia de Díaz Ayuso y Martínez Almeida en el panorama nacional. Salen en las televisiones más que Pablo Casado.

Sólo una pequeña población se hizo hueco en imágenes junto al tsunami blanco madrileño: Morella fue el David frente a la madre de todas las nevadas gracias al ubicuo Ferran Garrido (RTVE), quien después de pasar varios días con sus noches en la capital dels Ports emitiendo lo que allí es normal en invierno, ha sido enviado ahora a tierras mas cálidas, a Orihuela, para seguir la actualidad de la pandemia.

Como cabía esperar, Filomena ha acabado convirtiéndose en arma política arrojadiza. Los dirigentes de la ciudad y la comunidad que presumen constantemente de niveles de bienestar y gestión de excelencia y disfrutan de una lluvia de millones, alentados por tertulianos que han tenido dificultades para llegar a sus púlpitos porque no están acostumbrados a coger el metro, calientan el ambiente contra el Gobierno, culpan a éste de que la nieve y el hielo cubran aún aceras, parques y tejados y deciden pedir la declaración de zona catastrófica para la capital y la comunidad.

En vano intenta hacer ver el ministro Ábalos que primero hay que retirar la nieve de las calles, como queriendo decir, sin decirlo, que las autoridades locales son las que tienen que dar el primer paso y limpiar las vías públicas y los parques. La nieve está tan a gustito cubriendo los patios de los colegios, y como nadie se ha puesto a quitarla hay que suspender las clases hasta el miércoles próximo. El viernes, una semana después de la nevada, grupos de padres, docentes y alumnos se organizan para limpiar espacios de competencia municipal que no interesa despejar para abonar la zona catastrófica y el desafío al Gobierno.

Los 1.398 millones de euros que el alcalde de Madrid apunta como daños de Filomena en la capital resultan un auténtico insulto para los afectados por catástrofes de verdad como la «pantadana» de Tous, las Danas de la Vega Baja, el seísmo de Lorca y otras desgracias colectivas que han segado vidas y haciendas. La nieve incomoda, atasca, pero no ha causado una tragedia cuando la calle de Serrano luce llena de esquiadores que no pueden subir a las pistas. Lo que ha dejado de cobrar la ORA por la falta de circulación o los costes de paralización de obras públicas no pueden ser apuntes de una catástrofe. Y si es así, el listón se habrá puesto muy bajo para las próximas incidencias climáticas. La nieve pasará, y los responsables públicos deberán haber aprendido qué hacer dentro de sus competencias para que la próxima Filomena no les pille desprevenidos, como ahora, en lugar de atrincherarse tras los taludes blancos, echar la culpa a los demás para obtener rédito político y aburrir a todos los que no viven dentro de la circunvalación M-50. Circulen.

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