Discúlpenme. El título tiene una explicación. Es premeditadamente provocador, como respuesta a un artículo publicado por Carles Arnal en Levante-EMV el pasado 14 de enero, titulado ‘Eliminemos las quemas y los incendios’. Cuando uno lee estas cosas, no puede evitar pensar que pedir que se eliminen los incendios es como pedir que dejen de caer rayos… porque aunque no se produjeran incendios por causa humana, seguirían habiendo incendios por rayo.

El actual escenario de cambio climático, con un territorio forestal (el 60 % del total del territorio valenciano) falto de cariño e inversión para su gestión, implica que podemos tener incendios como el de Llutxent en 2018, que quemó casas, espacios naturales protegidos, y 2.952,60 hectáreas, según datos de la Generalitat.

La afirmación de que prohibir las quemas «cuesta infinitamente menos que otras opciones que se practican actualmente (sin prueba alguna de su eficacia en la prevención) como son los costosos e impactantes cortafuegos» demuestra desconocimiento de la realidad de los incendios forestales. Una mentira repetida mil veces, sigue siendo una mentira, y W. Edwards Deming, matemático y estadístico, dijo que «sin datos, solo somos otra persona con una opinión». Arnal afirma, pretende prohibir, pero no aporta datos.

Estamos de acuerdo en que se debe trabajar para reducir los incendios de origen negligente o accidental y en que queremos proteger nuestros espacios forestales. Pero, según datos del Instituto Nacional de Estadística sólo un 8 % de la población valenciana es rural, y también debemos proteger al sector primario. Aquí, opta por la prohibición como forma de solución, existiendo otras alternativas.

Su artículo, omite otro dato relevante: 2020 ha sido lluvioso. Según datos de Aemet, un 28 % más lluvioso de lo normal. Más de 650 litros por metro cuadrado. Que llueva tiene que ver con los incendios, ¿no? En 2020, el 23,4 % de los incendios valencianos fueron por rayo, y un 22,2 % tuvo origen en negligencias en el uso del fuego. Y además, cuestiona los cortafuegos. Pero «la presencia de cortafuegos (infraestructuras de defensa) pueden resultar incómodos o impactantes visualmente pero son imprescindibles para salvar nuestros montes y para que nuestros bomberos/as trabajen con seguridad y eficacia». No lo digo yo, lo dice Javier Madrigal, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas, especializado en incendios.

Un campo de olivos cultivado es un cortafuegos. Una zona pastoreada en extensivo, también. Y ambas actividades producen economía, paisaje, fijan población al territorio… Además, obvia otro hecho: en 1975 teníamos 1,1 millones de hectáreas forestales en los montes valencianos. Hoy tenemos 1,3 millones de hectáreas. Fruto del abandono rural. Es decir, cada vez, hay más bosques, no menos. El problema es su estado.

Además, el fuego es un elemento natural del ecosistema. De hecho, si ciertas actitudes fundadas en el profundo desconocimiento de la ecología forestal no bloquearan iniciativas para llevar a cabo quemas prescritas de baja intensidad, que emula los fuegos naturales, no anularían otra herramienta útil. Esta acción (quemar de forma controlada) supone un beneficio para el ecosistema. Está demostrado científicamente. Y no lo digo yo, ya lo decía el doctor José Antonio Vega allá por los años 70. Y sigue siendo cierto. Las zonas gestionadas con quemas prescritas también son cortafuegos. Y sirven además para formar al personal que luego tiene que apagar los incendios. En Canarias, o en Cataluña por ejemplo, han salvado decenas de miles de hectáreas de bosques gracias al uso prescrito del fuego. Aquí, algunos, prefieren el fuego proscrito.

A pesar de que alternativas como la trituración y el aprovechamiento de la biomasa agrícola (800.000 Tn/año según la Generalitat ) son una opción muy interesante, según datos de la EGIF (Estadística General de Incendios Forestales) dependiente del Gobierno, entre 2000 y 2015, los fuegos de origen agrícola supusieron un 14,54 % del total de incendios y un 3,68 % de la superficie afectada. Por lo tanto, la restricción del uso del fuego, solo evitaría no llega al 4 % de la superficie quemada. ¿Pretende acabar así con los incendios?

Por favor, señor Arnal, deje de afirmar cosas que no son ciertas respecto de los incendios forestales, sus causas y sus soluciones.