Este miércoles, Joe Biden tomará posesión de la presidencia de Estados Unidos. Habrá que estar atentos a su discurso. En él fijará las directrices para abordar los desafíos del mundo poscovid. Esa orientación será determinante para su país, pero influirá también en la del resto de países occidentales. No porque vaya a imponer sus criterios, sino porque los responsables de las políticas económicas acostumbran a viajar intelectualmente para ver cómo otros países experimentan con nuevas políticas. De esos viajes siempre vienen con las maletas llenas de ideas y propuestas.

Algunos analistas ven en el triunfo de Biden la llegada de una ‘ola azul’ de políticas sociales. Hablan incluso de la posibilidad de que se convierta en un nuevo Franklin D. Roosevelt, el presidente que, al ganar las elecciones de 1932, en plena convulsión social por la Gran Depresión y la amenaza de un incipiente populismo autoritario, dio un giro de 180 grados formulando un New Deal, un nuevo contrato social. El impulso para ese giro fue una frase de su discurso que se convirtió en el lema del cambio: «A lo único que hay que temerle es al miedo mismo», es decir, a cambiar de políticas. Un lema válido también hoy.

¿Cuáles son las áreas donde la política norteamericana va a cambiar? Dejando de lado la política exterior, donde los cambios pueden ser más de estilo que de contenido y donde Estados Unidos tendrá que aceptar el hecho de que ya no es el único superpoder, creo que veremos cambios importantes en cinco áreas:

La primera será la defensa de la democracia. Ver la foto de la Guardia Nacional dentro del Capitolio, o cómo se ha vallado la explanada al aire libre donde Biden tomará posesión y hará su discurso, me produce una sensación de vértigo político. El conato de insurrección de los partidarios de Donald Trump es un aviso para las democracias europeas.

La segunda es la salud pública. Antes de la covid era vista como un problema individual. La pandemia la ha transformado en un problema público. Biden ha anunciado programas billonarios de gasto para hacer frente a los efectos de la pandemia. También para la puesta en marcha de un gran programa de cuidados de la infancia y de los mayores. La economía de los cuidados es un área muy prometedora también en países como el nuestro.

La tercera son la políticas sociales. El sueño americano de la movilidad social ascendente es ahora un mito. La pobreza de alimentos, escuela y vivienda se extiende de una manera dramática. Para remediarla no bastará con medidas como salarios mínimos y transferencias. Biden ha prometido buenos empleos. El éxito de este compromiso será crucial para la democracia.

La cuarta es el cambio climático. Desde la revolución industrial del siglo XIX el crecimiento y el bienestar han estado basados en la emisión de carbono. Hemos llegado al límite. Pero, aunque Biden volverá al Acuerdo de París, no creo que a corto plazo lleguemos a ver muchos cambios reales en la política norteamericana. El liderazgo en este terreno vendrá de Europa y, quizá, de China.

La quinta son los monopolios de las grandes tecnológicas y los riesgos sociales de la digitalización y la automatización. Las plataformas sociales de estos monopolios se han convertido en la principal fuente de información y de desinformación. Esto es un reto para las democracias. De otro lado, la digitalización y la automatización dejadas a su libre albedrío son una amenaza para el empleo y la estabilidad social. Pero es posible convertirlas en palancas de progreso social. Este es otro reto para Biden.

Estas prioridades van a exigir enormes aumentos de gasto público. En un primer momento Biden recurrirá al endeudamiento, con el apoyo del banco central. Pero en una segunda etapa tendrá que afrontar una importante reforma fiscal. Sus directrices serán una guía para las reformas fiscales en países como el nuestro.

Comienza la era Biden. Será una época de experimentación. Mi impresión es que en los próximos cuatro años la política no se asentará en ningún sitio concreto. Probablemente, las elecciones más relevantes serán las de 2024.