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María Domínguez

Colegios, fortalezas blindadas

   Me he pasado el fin de semana haciendo malabares para poder ver a mi gente de cuatro en cuatro, levantando el trasero para fumar disimuladamente entre dos coches, esperando en la cola del supermercado a metro y medio, apurando u n humilde café a las 19.50 horas, llamando a mis padres por teléfono (no siendo que el contacto sea el detonante de un emotivo epitafio) y respetando todas y cada una de las medidas que las autonomías van sacando según evolución de la covid–19, o según inspiración en el retrete, algo que admito, a todos nos ocurre.

Ese momento de relax, aislado del mundo, tú contigo mismo, siempre es un tiempo de genialidad para la mente y, sobre todo el cuerpo. Bien, pues pasado el fin de semana, ayer me tocó currar. Y a Dios gracias, que no todo el mundo a día de hoy tiene esa suerte. Me reencuentro con mi grupo de alumnos, es decir, veinte pequeños que llevan desde las Navidades rompiendo sus burbujitas y viendo cómo se van desintegrando en el aire... ¡Qué monada! Me encanta. Todas estas cosas relacionadas con pompas, luz y aire les vuelve locos. No voy a escribir más al respecto, a buen entendedor pocas palabras le bastan. Me considero una persona positiva, alegre y comprensiva, este es el motivo por el que no quiero que mis palabras añadan a los lectores aún más preocupación o malestar. Hoy son necesarias las palabras donde uno encuentre refugio, serenidad, alegría y aliento. Me levanté feliz para recibir a una veintena de chiquillos que han pasado un maravilloso fin de semana (ya que el tiempo atmosférico cumplía con las expectativas) jugando en parques, terrazas o pidiendo un vaso de agua en la barra de un bar.

Tal vez el domingo hayan ido a llevar churros a los abuelos, a misa (especialmente los que hacen la Comunión este año), o a la casa de una amiga burbujita que les ha invitado a merendar. ¡Pues claro que sí, estimados políticos! Así se controla una pandemia. Cerrando bares a las 20.00, reduciendo el aforo, circuncidando al cine y al teatro (la cultura ya nos viene impuesta), vacunando a los más vulnerables y pensando (seguro que en el inodoro) las próximas medidas que mañana nos comunicaréis. Perdonad si cuando amanezca salgo a la calle para trabajar y resulta que no cumplo con lo establecido, pero es que durante la noche suelo dormir y no mirar el BOPA. Por suerte soy maestra, estoy totalmente blindada, así que nada que temer. Por lo visto, la pandemia es cosa de otros. 

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