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Alfons García03

El gris más auténtico

CEMENTERIOS CERRADOS A CAUSA DEL TEMPORAL

Ella vuelve a casa. Una noche más después de otro día duro. Siente más la nostalgia ahora que su pequeña no está. No hubiera soportado estos años sin ella. Cruzó el continente por ellos y vivió por ella. Siete años han pasado. Cuando lo piensa, no sabe cómo pudo sobrevivir, pero está aquí. Eso dice el espejo. «La vida es demasiado corta», escucha de un enfermo terminal en una serie americana que siempre le hace llorar. La vida es demasiado cruel en demasiadas ocasiones, piensa. Ahora que ella se fue a la universidad, a París, los recuerdos son más pesados.

No me gustan los cementerios, pero los días malos empiezo a acostumbrarme a buscarme aquí. Orvalla como en un día cantábrico. No hay nadie. Es la hora de comer. Me cubro con la capucha. Nunca hay rumbo aquí. Andar despacio. Sentir el silencio. Un gato se sobresalta conmigo entre las piedras. El gris desgastado de la piedra fúnebre es el color más auténtico que he visto. 

«Una patera ha llegado esta noche a Gran Canaria. Viajaban a bordo 40 personas. No han llegado todos los que salieron. El caso más dramático es el de una madre que ha perdido a su hijo de ocho años en el trayecto. Murió y tuvieron que arrojar el cuerpo al mar, han relatado los equipos de Cruz Roja que han atendido a los subsaharianos. Con la madre ha llegado otro hija». La radio da zarpazos nocturnos.

«Joe Biden ya es el nuevo presidente de los Estados Unidos. Las fuertes medidas de seguridad han marcado la celebración en el Capitolio, en la que por primera vez desde 1869 no ha estado el presidente saliente, Donald Trump. Una de las primeras decisiones de Biden tras su investidura ha sido bloquear la política migratoria de su antecesor». La tele acompaña el día gélido en la cafetería antes de bajar la persiana. Quince días han dicho. El dueño parece sonreír. «Hoy no te cobro el café. Ya pagarás la próxima vez que nos veamos». No sé si intenta obligarse más él a volver que a mí. Fatiga, dicen. «Prefiero estar a este lado, no creas, que en el de los políticos, que no saben qué hacer. Yo tampoco, pero no me juego tanto». Todo pasará. Es la frase vacía que se me ocurre. 

Visto ahora parece una historia irreal por imposible. Salir de Guinea Conakry en aquella pandemia terrible. Escapar de la familia, de aquel hombre con quien la casaron y que le hizo cansarse de la vida. No lo bastante para un día decidir huir. Prepararlo durante meses. Juntar el dinero. Negociar con aquellos hombres en secreto para que los llevaran en su camión. Ella y dos niños: él y ella. Y llegar hasta Tánger. Y no pensar. Había que seguir. Luego lo ha pensado demasiadas veces. Se equivocó de momento. Quizá todo habría sido distinto. Los días han ido sepultando recuerdos, pero algunos son una estaca. 

Hay otros Estados Unidos, crueles como los días mismos y sin oropeles. Se pueden ver en Immigration Nation. No pasé de la primera entrega. Se necesita un estómago entrenado. Pese a todo, los padres latinos que hablan entre lágrimas recuperan al final a los hijos de los que fueron separados en la fronteras. El capítulo acaba con la retirada de la orden de separación. La realidad no enseña llantos, pero es más prosaica. Árida. A día de hoy, hay 700 niños hijos de inmigrantes que no han vuelto con sus padres tras ser apartados de ellos en las fronteras. La radio vomita el dato antes de pasar a otra noticia y de que el semáforo se ponga en verde. La América grande de Trump.

Por recuerdo de su honradez y probidad. Buen padre y tierno esposo. Aquí yace la virtuosa doncella. El amor conyugal consagra esta memoria. La gratitud. En los nichos del siglo XIX casi no se leen las inscripciones. La ausencia de mármol da cobijo. La piedra gris acuna las letras cursivas. Credo videre dominum. Reconforta la porción de duda en esa frase de esperanza en el más allá.

Ahora que ella no está, ha pensado en volver. Las cosas escucha que van mejor. No es el paraíso, pero hay menos ladrones, le dijo su prima la última vez que la telefoneó. Podría coger un avión. Pero sabe que es una ilusión sin sentido. No ha vuelto a sentir cerca el mar. Se tensa con solo pensarlo. Huele la sal. Huele el cuerpo de él. Aún.

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