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anton costas

El trumpismo, nueva religión civil

Las mentiras de Trump se han transformado en realidad para muchos de sus partidarios, y ponerlas al descubierto no hará desaparecer esta corriente política

Desde el miércoles, algunos analistas políticos hablan del “final de la era de Trump”. Sería tranquilizador y gratificante pensar que, como dice el refranero español, “muerto el perro, se acabó la rabia”. Pero me temo que en este caso no será así. Donald Trump se ha ido de la presidencia con una amenaza: “Volveré de alguna forma”. Pero, en todo caso, que se haya ido no implica que lo que él ha representado en estos cuatro años se vaya con él. El trumpismo sucederá a Trump. Al menos, mientras no se desactiven las causas sociales que le llevaron a la presidencia en 2016 y a lograr 74 millones de votos en 2020, más que ningún otro presidente republicano.

¿Cuál es razón por la que el trumpismo sucederá a Trump? En mi opinión, porque ha sabido crear una nueva religión civil para los movimientos de extrema derecha. Una religión con sus propias mentiras, que funcionarán como mitos para el trumpismo.

Nos equivocaríamos si pensáramos que poniendo al descubierto las mentiras de Trump (fake news), el trumpismo desaparecerá con él. No será así. Muchas de esas mentiras se han transformado en realidad para muchos de sus partidarios. En economía hay un axioma conocido como Teorema de Thomas (un sociólogo estadounidense de origen polaco que a mediados del siglo pasado publicó varios trabajos en economía de la educación) que afirma que “lo que se percibe como real, tiene consecuencias reales”. Gran parte de los votantes de Trump creen sinceramente que les han robado estas elecciones. Y actuarán en consecuencia con esta percepción. La primera manifestación pública de esta conducta fue el asalto al Capitolio.

En un artículo publicado el miércoles pasado en el influyente diario estadounidense The New York Times, Bradley Onishi, profesor de historia de las religiones, sostiene que el asalto al Capitolio es el momento fundacional de un movimiento político que se comporta como una nueva religión civil (“Trump’s New Civil Religion”). Como toda pseudo religión tiene sus propios mitos. Uno de ellos es que la elección del 7 de noviembre fue un robo. El hecho de que no se haya encontrado ninguna evidencia de fraude no convencerá a los partidarios de Trump, porque los mitos son a menudo impermeables a la realidad.

La memoria colectiva de estos movimientos no se preocupa por la verdad histórica sino por la verdad percibida. Los mitos tienen la función de movilizar una visión en el momento presente y crear una perspectiva para el futuro. Bradley señala también que un mito se transforma en realidad a través de rituales que dramatizan sus percepciones de la realidad e impulsan a sus seguidores a la participación colectiva. El asalto del Capitolio el 6 de enero para detener la confirmación de Joe Biden como presidente electo fue uno de esos rituales. Y, probablemente, habrá otros.

El trumpismo no es un fenómeno exclusivamente estadounidense. De la misma forma que Donald Trump tiene imitadores y precedentes en democracias como la nuestra, el trumpismo como movimiento político es una pseudorreligión civil que se ha aclimatado en otras democracias.

¿Cómo neutralizar esta nueva religión trumpista? Perseguirla judicialmente no acabará con ella. Probablemente contribuirá a crear mártires y santos que serán venerados por sus devotos. Tampoco, por lo que he dicho, la demostración de las mentiras en que se basan sus mitos la hará desaparecer. La única manera de lograrlo es desactivando las causas sociales sustentadoras del malestar y de la ira existentes en muchos grupos sociales a causa del abandono sufrido desde los años 90 por parte de los partidos tradicionales, tanto republicanos como demócratas.

El virus trumpista ha arraigado porque hay mucho dolor en nuestras sociedades. La manera de erradicarlo es crear mejores empleos, para más personas y en más lugares. Este es el principal desafío que tienen los gobiernos democráticos. Afortunadamente, como señalé en mi columna de la semana pasada, el programa de recuperación social y económica de Joe Biden ha identificado bien las prioridades. Es la única manera de lograr que el final de la era de Trump sea también el del trumpismo.

*Catedrático de Política Económica de la UB

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