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josefina bueno

De feminismo, sexo y género

Hemos asistido esta semana a una polémica sobre el mural feminista que decora el centro deportivo de la Concepción en Madrid, un mural que exhibe el rostro de quince mujeres pioneras en la lucha feminista, entre ellas, Rosa Parks, Frida Kalho o la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie cuyo libro, Todas deberíamos ser feministas, recomiendo vivamente. La presión social y política han forzado la rectificación de Ciudadanos que, tras votar junto al PP y Vox para que se quitara, ha cambiado de opinión. C’s rectifica aunque el mural no le convence. Begoña Villacis quiere un feminismo que recoja el feminismo de Vox, el feminismo del PP y todos los feminismos, preguntándose por qué no estaban otras mujeres como Margaret Thatcher. La respuesta es fácil y evidente: la que fuera la primera mujer en ocupar el cargo de primera ministra de Reino Unido nunca se consideró feminista, odiaba el feminismo, y no hizo nada por la igualdad de las mujeres. De ahí el peligro de confundir mujerismo (presencia de mujeres) con feminismo (defender una ideología), porque el feminismo no viene de serie en todas las mujeres. Vox no comparte la “ideología de género” y en su opinión, el mural “no representa ningún valor para las mujeres”. Cuesta entender que un mural con mujeres que han abanderado y defendido la causa de las mujeres se considere inadecuado para decorar un centro municipal. Esta desafortunada iniciativa de quienes gobiernan el Ayuntamiento de Madrid ha puesto en pie de guerra al movimiento ciudadano y hace aflorar la confusión existente en torno al feminismo y al género que me gustaría aclarar en estas líneas.

El Feminismo es una teoría política que pretende cambiar la realidad. Representa el proceso mediante el cual las mujeres han ido percibiendo su situación de desigualdad y han luchado por su emancipación. Con debates en su seno y con diferentes corrientes, su objetivo es combatir la sociedad patriarcal, en el sentido que una mitad de la población, es decir las mujeres, se encuentra bajo el control de la otra mitad, los hombres. El feminismo aparece para combatir la opresión que sufrimos las mujeres y esa opresión es una realidad que se da a nivel global y universal. Todas las mujeres sufrimos y podemos sufrir opresión y sufrimos discriminaciones diversas sólo por el hecho de ser y nacer mujeres. Porque hay hechos que sólo pasan por el hecho de nacer mujer como, por ejemplo, en África a las niñas se las casa en matrimonios forzados; las mujeres somos más vulnerables para la trata de seres humanos con fines de explotación sexual o la violencia específica que sufren las mujeres por el mero hecho de ser mujeres.

El primer feminismo nace con la Ilustración y se conocen dos grandes corrientes. Por un lado, el Feminismo de la igualdad tiene como objetivo desvelar el género como creación patriarcal y eliminar cualquier discriminación fundamentada en el sexo. Frente a él, el Feminismo de la diferencia defiende la igualdad, pero incide en que es necesario la recuperación de un imaginario feminista que tome conciencia de la feminidad y de sus diferencias. El dominio sexual es una ideología arraigada en nuestra cultura porque cristaliza ese poder patriarcal presente en la sociedad, valga como ejemplo que el ejército, la industria, la tecnología, las universidades, la ciencia, la política y las finanzas se encuentran todavía en manos mayoritariamente masculinas.

Debido a ello, cada sexo tiene asignado un código de conductas y actitudes estableciéndose así una diferencia entre sexo y género. El sexo es la característica biológica que determina si una persona es hombre o mujer. El género alude a los significados sociales que imponemos sobre esos hechos biológicos, el trato que reciben las mujeres por la percepción que se tiene de ellas. Se define por lo que el mundo nos dice que es masculino o femenino y tiene que ver con las emociones, los comportamientos o los afectos. Lo que critica el feminismo es que la diferencia biológica implica una desigualdad política que se crea a partir de un hecho biológico.

La noción de género aporta un instrumento teórico para separar lo biológico de lo cultural. El feminismo considera que el género es algo que nos viene impuesto y que determina nuestras funciones, nuestro comportamiento, lo que los demás esperan de nosotras/os, los tradicionales roles de género. Por ejemplo, los chicos no lloran o las mujeres deben tener instinto maternal. La célebre frase de Simone de Beauvoir: “La mujer no nace, se hace” adelantaba, sin saberlo, el concepto de género porque alude a la influencia de la cultura, de la educación en la identidad sexuada adjudicada a las mujeres y abre vías de emancipación de este esencialismo biológico. Por ello, la perspectiva de género empezó en las universidades norteamericanas desde los Women Studies para dar lugar a lo que se denomina Gender Studies (Estudios de género). Esto produjo cierto recelo por parte del feminismo europeo que consideraba que el término “género” difuminaba el talante reivindicativo y de transformación social del feminismo.

Hoy hay cierta confusión entre las “teorías del género” y el “feminismo” ya que la denominación de género es la utilizada de forma mayoritaria. Así y de manera reaccionaria, la iglesia católica “demoniza” las teorías de género denominándolas peyorativamente “ideología de género” e incluyendo en ellas todo el movimiento feminista. Convendría reflexionar si la palabra género, de tanto usarla, ha deslizado su significado hacia otros derroteros. La utilizamos, a menudo, como sinónimo de sexo sin detenernos en analizar el concepto, contribuyendo así a difuminar el motivo por el que surgió: analizar cómo y por qué la educación y la sociedad nos atribuyó a las mujeres y a los hombres determinados comportamientos y funciones asignadas a nuestro sexo. Hoy no se puede hablar de una utilización homogénea de la noción de género. Por cierto, en uno de los lemas del mural se lee: “Tus capacidades no dependen de tu género” cuando en realidad de lo que se trata es que tu sexo no condicione tus capacidades.

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