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Alfons Garcia

A VUELAPLUMA

Alfons Garcia

El drama no admite pícaros

Vacuna contra la Covid-19. EP

Transparencia es un concepto que funciona mejor en segunda persona, singular o plural, que en primera. Como tantas virtudes públicas, se exige más fácil que se cumple. El reverso de la luz es la sospecha. Lo oculto es un semillero de interpretaciones y teorías. En un país de caciques, el pobre lleva marcada la suspicacia en su ADN después de siglos de sometimiento vasallo: tiende a pensar que el poderoso accede a privilegios por su condición. Ahí queda el relato de la responsable de Salud Pública en La Nucia contando la aparición en la residencia de ancianos del alcalde con las cámaras de la televisión local y con un edil que ordenaba que le pusieran al señor munícipe la vacuna. Recuerda a tiempos pasados, pero no tan lejanos. El cuadro lo remata la pareja de la Guardia Civil que escoltaba el tesoro de estos tiempos, tan escaso y preciado, llevándose puestas un par de dosis sobrantes. A pocas escenas les encaja mejor el adjetivo de berlanguiana.

Podríamos hablar de la tensión interna que ha quedado a la vista en Sanidad, con la titular, Ana Barceló, reprendiendo en rueda de prensa a Salud Pública (Compromís) por enterarse por la prensa de un informe que ella desconocía y que deja fatal a la conselleria: dice que no existían instrucciones sobre las dosis sobrantes de las vacunas. O deslealtad o falta de comunicación, pero mal en cualquier caso. Podríamos hablar de las rencillas que están cuestionando el mestizaje tan loado antes, pero por una vez no está mal reconocer un esfuerzo de transparencia que hace unos días parecía imposible. El Consell apelaba hace unos días a la privacidad legal de los datos clínicos y a la cuestión moral de evitar un apedreamiento público. Quizá por una vez los poderes deben confiar en la madurez de su ciudadanía. Lo contrario es un paternalismo obsoleto.

Por eso, el ejercicio de transparencia está bien, pero no puede quedarse ahí. No conviene despistarse con las sanciones a los nueve políticos y el fiscal vacunados irregularmente. Y no conviene perder de vista a los otros 52 valencianos que se han colado. Sanidad debería aportar sus perfiles, aunque sea sin nombre. El silencio solo fomenta la natural suspicacia hacia quienes tocan el poder. La vacuna es vida en este momento y el pillaje de dosis no tiene sustento moral cuando la muerte nos rodea y cualquiera ha visto irse por covid a un familiar, un vecino o un conocido. El drama no admite pícaros, ya sean políticos, sanitarios o allegados.

La Comisión Europea forzó hace unos días las reglas de transparencia para exhibir el contrato con la empresa AstraZeneca para la producción de sus vacunas. Lo mostró como medida de presión. Para que se viera que el material de las plantas de Reino Unido no tenía que quedarse allí, sino que podía ser enviado al otro lado del canal de la Mancha. Lo mostró lleno de tachaduras, tan poco sofisticadas que se podían eliminar desde un PC de andar por casa y sin necesidad de programas de desencriptación. Destapó el contrato porque le interesaba y algo ha ganado: unos millones de dosis más, que no alcanzan sin embargo a las cantidades anunciadas y no eliminan la sensación de discriminación de los europeos, la idea de que otros tienen acceso antes a las vacunas porque pagaron mejor o las empresas son de allí. Al final, la transparencia no es solo lucha contra los privilegios, es también cuestión de interés.

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