Opinión
Preludio escolar
Los que me conocen bien siempre se han quejado de que soy muy impresionable. Si apareces a mi lado en modo ninja, me sobresalto. Si se te escapa la puerta provocando que dé un portazo, me sobresalto. Si elevas la voz más de lo necesario, me sobresalto, además de lanzarte una mirada recriminatoria. Y así sucesivamente. No crean que no me he preguntado de dónde viene tanta sensibilidad, pero nunca había hallado una explicación para ello hasta que empecé a realizar intervenciones en un colegio de Primaria. Éste me dio la respuesta que tantos años llevaba buscando. Cuando era niña, en mi centro educativo, lo que anunciaba la entrada, la salida y los cambios de hora era un estridente timbre que generaba en mi imaginario infantil una sensación de peligro constante, una señal que mi subconsciente percibía como “Rápido, ponte en marcha” y durante cinco horas diarias me sobresaltaba entre sumas, restas o conjugaciones verbales cada vez que la sirena anunciaba que debíamos cambiar de asignatura o salir al recreo: algo tan deseado por los más pequeños venía precedido por un estímulo sonoro poco motivador. Una especie de condicionamiento pavlovliano. Este recuerdo pueril lo evocó el hilo musical del colegio cuando, en un cambio de hora, en lugar de escuchar un timbre chinchoso, sonó la Suite Número 3 de Bach, lo que avivó en mí –y en los más pequeños– una sensación de paz y tranquilidad a la hora de recoger mis cosas (además de unas terribles ganas de desplazarme por los pasillos como una bailarina rusa). Sin embargo, lo verdaderamente gratificante fue percibir cómo los niños y las niñas acompasaban su ritmo, con calma y ligereza, a la melodía. Pero aquí no acabaron las sorpresas, en el preludio del recreo se escuchó la banda sonora de La familia Adams, lo que me arrancó una sonrisa tierna al ver a algunos escolares del ciclo de Infantil salir dando saltitos. Más adelante descubrí que al comienzo de la jornada tintineaba Diez mil maneras de David Bisbal y al finalizar el día Solo si es contigo de Bombai y Bebe. En resumen, que este colegio ha dado con la clave para crear un clima acogedor y armonioso entre sus paredes. Díganme ustedes si esta genial idea no es la antesala de lo mucho que se preocupan e involucran por el bienestar del alumnado. Ya se decía en la leyenda de Orfeo, “La música amansa a las fieras”. Pero en este caso, la directora del centro y todo el claustro lo que pretenden es educar niños y niñas felices y entienden que la música… la música siempre es una buena opción.
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