El repartidor de una de esas marcas que suministran agua mineral a empresas, oficinas, se detiene y con su móvil hace una fotografía a la luna llena que encuadra la calle. Ángulo cinematográfico y plasticidad romántica. Sucedió estos días pasados con la luna presidiendo hegemónicamente el cielo nocturno. El gesto del joven repartidor fotografiando la radiante esfera lunar diría que me cautivó, si no fuera porque suena este verbo un poco cursi. O mejor, me reconfortó. El hecho de detenerse un momento en su trabajo y admirar ese instante mágico que nos ofrece la naturaleza sin duda merecía mi aplauso. La luna, en sus diferentes fases y estaciones, ha sido motivo de atracción para poetas, letristas de canciones o ejemplares como el hombre lobo. Una lista de las canciones lunáticas daría para llenar un listín telefónico. Esta fase de la luna llena es un espectáculo que nos continúa regalando periódicamente la naturaleza de manera gratuita y de momento libre de impuestos. Reconozco que yo también sucumbí a su hechizo y no me pude resistir a intentar atraparla con mi móvil. Desde que el mundo se puede contener en un pequeño aparato digital-con todas sus limitaciones- la verdad es que el índice de creadores ‘amateurs’ ha crecido notablemente. Es cierto que antes estuvo la revolución de las cámaras domésticas de fotografías que permitió a las familias o a las parejas de enamorados documentar su vida familiar o íntima. Ahora, por supuesto todo es más sencillo e inmediato: un ‘yo me lo guiso, yo me lo como’. Al instante podemos ver reveladas nuestra ‘obra de arte del día’ en ese pequeño chisme tecnológico y exponerlas públicamente.

Estoy adherido a algunas de esas plataformas donde periódicamente la gente vuelca sus creaciones, desde lo que han desayunado esa misma mañana hasta su excursión, cuando se podía viajar, al lugar más remoto de la tierra. Como siempre, hay proveedores que consiguen crear cada dia imágenes que nos deleitan, sorprenden o nos ofrecen un poco de humor, y otros que no superarían el aprobado. Entre mis ‘instagrams’ de preferencia se encuentra Accidentally Wes Anderson, una cuenta creada en el año 2017 por un señor llamado Wally Koval que hoy tiene más de un millón de seguidores. La cuenta se proponía reconstruir los decorados y los paisajes del director Wes Anderson —el autor de películas como ‘La vida acuática’, ‘Los Tenenbaums’, ‘El Gran Hotel Budapest’ o ‘Viaje a Darjeeling’— a partir de escenarios reales en cualquier rincón del mundo. Cada día, los fans y seguidores de Wes Anderson exponen alguna imagen asociada a la iconografía que distingue las películas del director tejano. El experimento resulta bastante seductor por esa mezcla, donde se borran las fronteras entre realidad y ficción. Paisajes reales pero que podían haber servido como decorados para alguna de sus películas.

Reconozco que todavía no me ha atrevido a subir ninguna fotografía a la cuenta de Instagram Accidentally Wes Anderson, pero de hacerlo igual podría ser con una imagen de la llamada Casa Judía, este edificio de la calle Castelló de València de los años treinta, encuadrado estéticamente entre el Art Déco y ‘La corte del faraón’ que perfectamente podría encajar en algunas de las historias y paisajes arquitectónicos de Wes Anderson. Ahora que se cumplen cuarenta años de la fundación del grupo de diseño Memphis, el colectivo transgresor capitaneado por Ettore Sotsass que le dio una vuelta de campana al diseño más ortodoxo, la fachada de la Casa Judía reluce como la fantasía soñada por algunos de los diseñadores de Memphis. También podría servir para la cuenta, aquí con esa mezcla de neogótico y fantasía medievalista, los edificios que el arquitecto Cortina Pérez dejó por nuestro Eixample. Hasta me puedo imaginar saliendo de la Casa de los Dragones —esquina Sorni-Jorge Juan— al actor Jason Schwartzman para acudir a una cita imposible con Nathalie Portman.