Opinión

¿El último, por favor?

No es preciso haber pasado por el Ejército para saber que hay ciertos valores inherentes a la vocación militar: sacrificio, lealtad, valor, compañerismo y confianza ciega en los mandos.

En estos tiempos de pandemia se han sucedido las comparaciones de la lucha contra el virus con una situación de guerra y lucha. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, fue de los primeros en recurrir al símil, hablando en sus discursos del «enemigo invisible» al que debíamos derrotar, de la «primera línea de combate», de la «moral de victoria»...

Pues bien, ha sido en ese ambiente en el que el jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad) Miguel Ángel Villarroya, piloto militar con impecable hoja de servicio, ha dejado de serlo por no seguir el protocolo oficial de vacunaciones. ¿Pero acaso no es un error en sí no prever que el máximo responsable operativo de los ejércitos sea uno de los primeros en ser vacunado? ¿Acaso en toda crisis que conlleve riesgo para la seguridad de un Estado no se debe priorizar a aquellos que deben salvaguardar la seguridad de todos?

Si siguiéramos la lógica militar aplicada por el propio presidente del Gobierno a esta trágica pandemia comprobaríamos que en las batallas debe priorizarse la salvaguarda de quien dirige a las tropas en nuestra defensa, pues su caída descabezaría las operaciones y dificultaría su culminación. Es una lección aprendida y asumida en el campo de batalla desde hace siglos.

En el caso del Jemad está, además, el componente político. Pensemos en la reacción y el sentir de unos subordinados que observan cómo a su máximo superior no sólo se le ha postergado en el protocolo de jerarquías para vacunación, sino que ahora ha de soportar un chaparrón de críticas desde las filas del populismo, entre las que no faltan las de los socios de Sánchez en el Gobierno.  

 Prefiero quedarme con la reacción de un ex Jemad, José Julio Rodríguez, también piloto militar, que saltó a la política de la mano de Podemos y hoy es el director de gabinete del vicepresidente Pablo Iglesias. Su silencio sea, posiblemente, lo más apropiado tras la dimisión de Villarroya.

Permitir las vacunas entre la cúpula militar fue un grave error del Jemad, y ha pagado con su dimisión. La Comunitat Valenciana alberga políticos que han actuado de forma similar y más de uno ya ha dicho que no piensa dejar el cargo. No me asombra después de haber albergado cabalgatas de Reyes con incienso, mirra y covid, después de ver el transporte público abarrotado... ¡pero si hasta se han agolpado nuestros universitarios para examinarse! 

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