Soy consciente que un chiste verbal pierde casi toda su gracia si se traslada a un escrito, pero el que a continuación narraré me sirve de introducción a este artículo. Un periodista radiofónico le pregunta a un astrónomo sobre la posible duración de la vida en el planeta Tierra. El científico le contesta que más o menos 3.000 millones de años, en los que la estrella que da vida a esta minúscula mota en el Universo se extinguirá: el Sol. El periodista le repregunta, debía ser de Radio-Cat, ¿pero el procés continuará, no? A lo que el astrónomo bondadosamente le contesta: seguro que sí.

Esta introducción nos debe ayudar a recordar que Artur Mas, presidente de la Generalitat de Catalunya entre los años 2010 y 2016, ya convocó el 9 de noviembre de 2014 una consulta sobre la Independencia de Cataluña. Más cauto que su sucesor Carles Puigdemont y el ‘pata negra independentista’ Oriol Junqueras, ante las dos advertencias del Gobierno español de entonces -algo bien tenía que hacer Mariano Rajoy de vez en cuando- sobre la ilegalidad de esa conducta, Mas finalmente rebajó esa consulta a lo que denominó «proceso participativo».

Pero no se desanimó y esta vez en una coalición con ERC que se denominó Juntos por el sí, convocó unas nuevas elecciones para el 27 de septiembre de 2015, a las que calificaron con el grandilocuente adjetivo de plebiscitarias. Obtuvieron el 39,59 % de los votos. Magro resultado para un pseudo- plebiscito. Pero Mas, un aventajado en lo que, sobre todo en la era Trump se ha denominado como el triunfo de las verdades alternativas, no se privó de afirmar que habían «obtenido el mandato explícito para llevar a cabo el proceso de la independencia».

Pese a esas triunfalistas declaraciones, Más no fue el nuevo presidente del Govern. La CUP lo vetó para el cargo porque ya por entonces la corrupción de Convergència olía tanto que para un partido anticapitalista y autogestionarioera moralmente insostenible votar al heredero de Jordi Pujol. Finalmente, el 9 de enero de 2016, después de un acuerdo ‘in extremis’ entre Junts y la CUP, se designó a Puigdemont como nuevo president. ‘Íncipit tragedia’. Yo creo que Mas de verdad nunca fue un independentista convencido. ‘Puchi’ lo era, véase el libro ‘Héroes y traidores’, de Santi Vila. Y si alguna vez flaqueaba su fe, a su lado tenía a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y a su vicepresidente Junqueras, que le animaban a iniciar el camino que llevaría a la ruptura interna de Cataluña y a varios de estos ‘hooligans’ a la cárcel, no así a Puigdemont.

El 6 de octubre de 2017, en una bochornosa sesión del Parlament se acordó, con los votos de los partidos independentistas, desde los burgueses de Convergència hasta los radicales de la CUP, realizar el 1 de octubre de ese año un referéndum para votar la independencia. Las garantías legales de esa consulta eran nulas y era claramente anticonstitucional. Pese a ello, cientos de miles de catalanes, seguramente más de un millón, acudieron a votar, lo que provocó, al haber sido declarada esa consulta ilegal por el Tribunal Constotucional, que algunos de ellos recibieran porrazo de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Como de costumbre, la Generalitat catalana proclamó que, esta vez sí, el pueblo catalán había votado por la independencia.

Mañana, 14 de febrero de 2021, se celebran nuevas elecciones en nuestra región vecina. De nuevo los soberanistas, pata negra, pata blanca o pata multicolor llevan en el frontispicio de sus eslóganes de campaña que si tienen mayoría habrá que celebrar otro referéndum para la autodeterminación. Pero ¿en qué quedamos? ¿Acaso el pueblo catalán no ha votado ya tres veces en convocatorias participativas, en elecciones plebiscitarias o en un solemne referéndum por la independencia? La verdad es que da la sensación de que ni ellos mismos se creen lo que dicen en la plaza pública. Para estos partidos la covid parece que sea algo segundario. Y ya lo decía al principio con el mal chiste. Aunque se acabara la vida humana, el procés continuaría.

No han dejado de engañar, los independentistas de distinto pelaje, a la mitad de los catalanes desde hace años. En la ante-sala del 1-O aseguraron que numerosos países europeos democráticos reconocerían inmediatamente a la flamante nueva república catalana como nuevo Estado de la UE. Que desde ese momento iniciático de la ‘nueva era’, miles de empresas invertirían en Cataluña, como las abejas acuden al panel. Nada de eso ocurrió. Sin duda, los secesionistas han tenido una enorme habilidad que en el mundo de hoy no es poca cosa: hacer un relato en el cual si triunfabas tenías razón y si perdías también porque eras una víctima del monarca, Rajoy, la fiscalía, los jueces…

Soy incapaz, por mera prudencia, de realizar un pronóstico de lo que pasará el 14F. Pero es muy triste comprobar como un pueblo, con el que los valencianos tenemos muchos vínculos económicos y culturales, una y otra vez es incapaz de elegir un Gobierno estable, razonable, progresista. Y en el cual, cada sucesivo presidente hace bueno al anterior. Nuestro Gobierno tri-partito, sin duda ha cometido muchos errores, los comete y probablemente los cometerá. Pero en toda nave es fundamental el capitán, máxime si la tripulación es heterogénea. Y la nuestra, lo tiene.