Opinión

Los docentes en tiempos de pandemia

Un hecho poco reconocido es el papel que están realizando los docentes, maestras y maestros desde la educación infantil a primaria hasta el profesorado de cualquier nivel. Cuando comenzó oficialmente la pandemia con el confinamiento de primavera del 2020, a todos nos sorprendió. Los docentes tuvieron que adaptarse de pronto a realizar la educación desde casa, a través de los medios tecnológicos de que dispusieran y conocieran, esperando que el alumnado tuviera recursos (conocimientos y medios materiales) para que ello fuera posible. Esos meses deberían quedar en la memoria de nuestra sociedad.

Los estudios realizados han puesto de manifiesto el enorme esfuerzo que efectuaron los docentes, en especial aquellos que debían atender a estudiantes de niveles inferiores. Maestras y maestros hicieron verdaderos equilibrios en aquel vacío para dar respuesta a las necesidades que se habían encontrado de la noche a la mañana: convertir su casa en escuela desde la que organizar la educación, a través de ordenadores o tabletas, sin haber tenido tiempo para prepararse. El desafío, en general, fue atendido con mucho esfuerzo y una gran dignidad. Se produjeron muchas diferencias y se evidenció lo innegable: conllevaría un mayor daño en colectivos vulnerables que en otros más favorecidos.

Pese a ello, administración pública y centros concertados y privados fueron poniendo lo que estaba en sus manos para no dar por perdido un curso y se abordó también este curso sin renunciar a reorganizar el trabajo escolar para que fuera posible mantener las escuelas abiertas. En la actualidad es asombroso que sean muy escasas las noticias y referencias acerca del papel de la escuela y de maestras, maestros y profesorado en general.

La labor que están realizando desde las escuelas es encomiable, tratando de mantener un clima de aprendizaje lo más normalizado posible, que permita el desarrollo de contenidos y el acompañamiento global a niños, niñas y adolescentes. Pero va más allá. Respecto a la evolución de la propia pandemia, es un trabajo de primera línea, pues no sólo permiten que las familias con hijos/as en edad escolar puedan seguir atendiendo sus trabajos en estas circunstancias, sino que son un refuerzo directo para la transmisión de normas sanitarias (cambiantes y en ocasiones incoherentes), de forma que lleguen al alumnado y a sus familias. Las informaciones de que disponemos del trabajo escolar ponen de manifiesto que la escuela presencial actual es muy difícil de mantener (todos con mascarilla, guardando distancias, aulas ventiladas, evitando el contacto cercano entre alumnado y docentes…). Además, el profesorado se pone en riesgo más allá de lo inevitable, por comportamientos intolerables de personas o colectivos poco solidarios como, por ejemplo, enviar a la escuela a niños contagiados o cuando han dado positivo sus padres. Prevenir y atender que no se produzcan contagios está siendo una lucha diaria que se suma a la tarea de enseñar en condiciones adversas.

Por otra parte, deben atender a quien, por problemas relacionados con la pandemia, no puede asistir a la escuela. Actualmente ya se dispone de un buen bagaje de recursos organizados por la Generalitat y por los centros (públicos y privados), pero requiere un esfuerzo añadido para cuidar lo presencial y a quienes están ausentes y sólo pueden seguir su aprendizaje por medios tecnológicos (unos hoy, otros mañana…). El cambio que se observa desde la primavera pasada hasta la actualidad en cuanto a su preparación para multiplicarse y atender lo presencial y lo virtual es enorme y debería enorgullecer a esta sociedad que está atendida por docentes comprometidos con el bienestar de la comunidad. A ello hay que añadir que los docentes, expuestos diariamente ante grupos numerosos, también se contagian y, en algunos centros, se han llegado a acabar las posibilidades de sustitución.

Todos los datos acerca de las incidencias de la pandemia, con toda seguridad obrarán en poder de las autoridades, pero no son difundidos de manera sistemática a la sociedad. Quizá por ello, ni políticos ni medios de comunicación suelen poner voz a los docentes ni reconocer que son primera línea y que deberían ser considerados como tal a todos los efectos.

Seguramente habrá familias que han sufrido docentes o centros menos comprometidos o que se han enfadado por la cantidad de cambios e incoherencias que difunde el dislate político en el que vivimos entre Gobierno central y autonómicos, pero ello no debe oscurecer la buena voluntad y entrega que se da en la mayoría de docentes. En un momento en que incluso algunos representantes públicos (políticos, sindicales o celestiales) han abrazado la picaresca para saltarse la cola en la vacunación, sería necesario que se incluyera a los docentes desde infantil a secundaria, con independencia de su edad, en esa segunda fase de vacunación que está por especificar. Todos estamos expuestos, pero los docentes conviven cotidianamente con muchas personas, sobre todo nuestros niños, niñas y adolescentes, y cada una es una posibilidad de contagio.

El papel de los docentes durante la pandemia es fundamental. Pónganles voz y que la sociedad reconozca su valor para el desarrollo personal, el funcionamiento y la transformación social. Ante tanto hartazgo por la estéril disputa partidista que vivimos, debería ser algo normal que la sociedad valorarse lo que tiene de positivo.

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