Opinión
¿Otra legislatura de bloque?

Ambiente en la sede de ERC / Marta Pérez
Las elecciones del domingo permiten extraer seis grandes conclusiones, algunas contradictorias. Una, que pese a las alarmas por la pandemia se han celebrado con normalidad. Y la conducta de los votantes sometidos a largas colas y el de los miembros de las mesas aguantando una dura jornada indican un gran sentido cívico.
Segunda, que el PSC vuelve a ser el primer partido en las elecciones catalanas y lo hace con más de 50.000 votos de ventaja sobre el segundo, ERC, pero empatado en número de diputados (33) por la ley electoral (española y que el Parlament no ha cambiado en 40 años) que prima a las provincias menos pobladas. Es un triunfo de Salvador Illa y del PSC que revela además un cierto aval del electorado a la política de distensión de Pedro Sánchez. Y el triunfo del PSC es más relevante que el de Cs hace cuatro años, pues es un partido más consolidado e implantado a nivel municipal y está en el Gobierno de España.
El PP y Cs sufren, por el contrario, una seria derrota. Y una parte de sus votos –el dato más negativo de la jornada– se han ido a Vox, que irrumpe con 11 diputados en el Parlament. Es un factor perturbador que puede aumentar aún más la crispación política.
Pero, tercera conclusión (y primera contradicción): pese a que el PSC gana, el independentismo conserva, y aumenta, su mayoría absoluta (hasta 74 escaños) y sobrepasa algo el 50% si se suman los votos del PDECat, que no ha logrado entrar en el Parlament. Esta mayoría imposibilita –salvo milagro– que Salvador Illa sea ‘president’.
Cuarta, ERC ha logrado ganar a JxCat con un diputado y 35.000 votos más, cuando en 2017 JxCat solo le sacó 13.000. Y que ERC lidere el independentismo es relevante. ERC es hoy menos unilateralista, quiere negociar con el Gobierno de Madrid (mesa de diálogo) y votó los Presupuestos de Sánchez, mientras que JxCat descalifica la mesa, votó junto al PP contra los Presupuestos y flirteaba con recuperar la DUI si el independentismo pasaba del 50% de los votos.
Quinta, la participación electoral (53%) ha caído mucho respecto al 2017 (79%) y 2015 (75%), pero menos respecto a la media anterior. Aparte de la pandemia ha habido una menor afluencia a las urnas. No es un dato positivo, pero sí indica una menor polarización social. Ha habido menos movilización (o entusiasmo) independentista y todavía menos movilización (o miedo) de los no independentistas. Aunque –ojo– Vox ha cosechado un voto de protesta similar al que se vio en las elecciones españolas de 2019 y en las de otros países europeos.
Sexta, al final ERC vuelve a tener la llave, aquella de la que tanto presumió Carod-Rovira. ¿Qué pactos de investidura y de gobierno querrá?
Aragonès dijo el domingo que era un gran triunfo independentista, pero –gesto de cautela– propuso un Gobierno más “amplio” con JxCat, las CUP y los ‘comuns’. Es improbable que lo logre. JxCat y los ‘comuns’ se han declarado incompatibles. Y JxCat, además de tener que investir a Aragonès, con lo que Puigdemont perdería el arma de la disolución que tuvo la pasada legislatura, vería mermar su influencia en la Generalitat por la presencia de los ‘comuns’.
Aragonès insistió también en excluir cualquier pacto transversal y específicamente con el PSC. Podría pues tener que ir de cabeza a una negociación áspera solo con JxCat y las CUP. Y JxCat puede jugar con la repetición electoral ya que solo ha perdido ante ERC por un escaño y por los votos huidos al PDECat.
Además, Cataluña necesita –ERC lo ha reconocido– un pacto con apoyos más amplios si quiere hablar con autoridad y ser escuchada. Una mayoría de 74 escaños (ERC-JxCat-CUP) da derecho a gobernar –que no es poco– pero no a exigir y conseguir cambios constitucionales relevantes. Y, aunque el independentismo parece olvidarlo a menudo, tener el apoyo del 48%, o del 51%, de los catalanes no permite hablar en nombre del otro 50%. El 50% del independentismo no puede ser ninguneado, como hace la derecha española, pero tampoco es toda Cataluña.
Por ello –las dificultades con JxCat y los límites del 50%– tampoco es descartable, aunque menos probable, que al final vayamos a una investidura más transversal que no necesariamente conlleve un pacto de gobierno. ¿Puede el PSC votar la investidura de Aragonès como ERC hizo con la de Sánchez?
Hoy parece improbable. ERC y el PSC tendrían que hablar y Aragonès no ha empezado por ahí. El primer indicio, quizás el definitivo, lo tendremos antes de 20 días con el obligado pacto para elegir al nuevo ‘president’ del Parlament. Será el primer acto de la legislatura.
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