El otro día, esperando en la cola para comprar el pan, no pude evitar escuchar una conversación ajena en la que dos personas recordaban tiempos de acampadas y excursiones montañeras. En un momento de la charla, una de ellas contaba cómo la primera vez que plantaba una tienda de campaña, de las de tipo canadiense, vio el taco de goma que sujetaba el mástil y, sin pensárselo, lo guardó. Luego, claro está, se dio cuenta de lo necesario que era y de que nunca sobran piezas porque todas tienen su función.

Anécdota aparte, me fue inevitable ligar esa historia anónima a la de la válvula que se perdió hace cuatro años tras una puesta a punto que se realizaba en la central nuclear de Cofrentes. Los primeros días, seguro que más de uno y una pensó que alguien podía haberla tirado viendo que quizás era algo viejo y sin utilidad. Pero no. A los cuarenta días, como si de algo bíblico se tratase, apareció.

Lo cierto es que con Cofrentes lo único que puede tener una magnitud bíblica, y no soy creyente, es lo que podría pasar en caso de que el Gobierno central decidiera hacer oídos sordos al pueblo valenciano y le prorrogara la vida. Recordemos que el modelo de reactor de la nuclear valenciana es del mismo tipo que el de la ya clausurada de Garoña y que el de la siniestrada japonesa de Fukushima…

De sobra es sabido, y desde Compromís siempre lo hemos explicado, que se trata de una central obsoleta, diseñada para cerrar ya mismo y no en 2030. Sus piscinas de residuos tóxicos están al cien por cien de su capacidad y el almacén temporal de residuos (ATI) es otro agujero negro de despropósitos contra la salud de las personas y del entorno.

¿Y por qué no la cierran? ¿No son unas instalaciones que están más que amortizadas y de las que las compañías eléctricas han obtenido los beneficios que han llenado sus arcas de por sí rebosantes? ¿Quieren llegar a una especie de número mágico porque con decir que ha funcionado 37 años no les queda bien en su discurso? ¿Qué hay de las renovables como reemplazo más limpio y generador de empleo? ¿Interesan las renovables al actual Gobierno de Pedro Sánchez? ¿Qué capítulo de la historia no nos han contado para que el Gobierno, con bastantes similitudes al del Botànic, obvie la voluntad de la ciudadanía valenciana de cerrar Cofrentes, tal como recoge un acuerdo de Les Corts? ¿Qué pesará más en la decisión del Ministerio de Industria el próximo 20 de marzo: el visto bueno del Consejo de Seguridad Nuclear a la prórroga o el clamor de la sociedad valenciana para cerrarla y desmantelarla?

Las respuestas a todas estas cuestiones no llegan. Y desde Compromís las exigimos, porque no se puede decir una cosa aquí y luego hacer otra en Madrid. Queremos que se respete el acuerdo del parlamento valenciano, donde reside la soberanía de nuestros y nuestras ciudadanas. No hay vuelta de hoja. No se lo piense ministra Ribera: cierre Cofrentes. En ello nos va la credibilidad como políticos, a los de aquí y a los de allí. Y lo más importante: las personas, siempre lo primero.