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Sosa Wagner

Aristóbulo o la excepción

Aristóbulo o la excepción

   Mi amigo Aristóbulo es una persona bajita pero en compensación tiene la tensión alta. Es bien parecido, prácticamente abstemio, lector por ocio más que por negocio de las fluctuaciones de la Bolsa, matrimoniado de hecho, tiene ajustados los niveles de colesterol, de ácido úrico y el PSA no le ha dado más que un pasajero sobresalto.

Todo lo contrario de un sujeto desaforado. Como es joven, no se vio en la necesidad de estudiar en la Universidad pero lo hizo en la School of engineering and marketing de Los Ángeles, no los de los Estados Unidos, sino los de San Rafael. Compatibiliza su trabajo en una empresa de Staffing & Recruitment con el hecho de ser “influencer” en varios pueblos de su comarca.

Vida rítmica y lenta.

Por eso se ha quedado estupefacto al oír a quien puede hablar en nombre del Gobierno de España la siguiente afirmación:

–Todos somos culpables de lo que pasa en Cataluña. Que nadie se engañe: en la “cuestión catalana” nadie estamos libres de pecado –ha insistido el prócer.

Aristóbulo se ha removido en su sillón, Aristóbulo se ha tocado el lóbulo, Aristóbulo se ha mirado en el espejo pero Aristóbulo no ha detectado nada singular. Y se decía para sus adentros:

–Yo no quiero dar la nota, no quiero que nadie me señale y por la calle tenga que escuchar:

–Ahí va Aristóbulo, dándose importancia porque no tiene ninguna culpa en lo de Cataluña. ¡Será prepotente y engreído …!

–E insolidario –añadía una viandante entrada en mantecas.

A fuerza de cavilar se dio cuenta de que no había estudiado bien la historia con los profesores del engineering, recordaba lo del Compromiso de Caspe, lo de Felipe V, pero todo tan borroso que no sabía si lo del Compromiso era antes que lo de Felipe o al revés.

Es decir, Aristóbulo estaba hecho un lío. Pero tuvo la suficiente claridad de juicio para advertir que a él le gustaba la escalibada, que no hacía ascos a unas alubias con butifarra, que el pan con tomate le parecía una chorrada gastronómica pero que lo tomaba con gusto y que ir a la Costa Brava le pirraba y de hecho había pasado un par de noches en Calella de Palafrugell donde se había achispado con cava de la tierra.

Pero como no quería contradecir a lo afirmado por quien hablaba nada menos que en nombre del Gobierno de España y sobre todo no quería ser el único ajeno a las culpas de “lo de Cataluña”, consultó con un amigo que era concejal, con otro que había sido diputado cuando lo del “Prestige” y con el suegro de un subsecretario progresista.

–Tienes que buscar algo que te iguale a todos, ya nos ves, arrastrando nuestra culpa por lo que allí sucede como soportamos lo del virus.

–¿Y si pruebo a hacer un gesto de asco a un grupo de jóvenes que bailen la sardana?

–Por ahí puedes empezar, le dijo el coro de sus amistades, culpables todos ellos de las trifulcas en Barcelona.

Aristóbulo se ha decidido: ha hecho un corte de mangas a una sardana que se bailaba en un reportaje de Youtube y se ha burlado de una torre de hombrones con un niño en la cumbre que sale en Instagram.

Pero ¿será suficiente para dejar de ser una excepción, una rémora para la España unida en la culpabilidad de lo que pasa en Cataluña?

En esa tortura vive Aristóbulo. 

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