Puede que algún lector piense que Cofrentes está lejos y que lo que allí pase, no le afecta. Pero nos afecta a todos y mucho. En mi caso, me siento especialmente concernido. Hace un tiempo descubrí en el artículo de una veterana periodista que yo mismo, junto con unos cuantos ecologistas más, trabajadores de la nuclear y algunos periodistas, fuimos espiados por el tenebroso comisario Villarejo, por encargo de un alto cargo de la compañía eléctrica que explota la nuclear (Iberdrola). El presidente de la compañía, asombrosamente, dice que no sabía nada. A mí me cuesta mucho creerle, igual que cuando dice que las nucleares son totalmente seguras. ¿Qué voy a hacer? El derecho a la duda aún lo tenemos.

Yo fui el diputado que recibió anónimamente copias del llamado ‘informe Wano’ y decidí convocar una rueda de prensa para explicar su contenido, dada su importancia. Filtración que motivó el encargo a Villarejo. Los documentos parecían auténticos y, por la respuesta de los directivos de la nuclear, lo eran. Fue elaborado por técnicos de una asociación internacional de centrales nucleares que se evalúan mutuamente y de manera discreta. En el informe aparecían 36 fichas de deficiencias, algunas muy graves, del funcionamiento y seguridad de la nuclear. Las respuestas de la dirección de la nuclear fueron, primero, ocultar las deficiencias, luego negarlas y finalmente decir que ya se habían arreglado. Yo me permito dudar mucho de esas palabras teniendo en cuenta que esa táctica de ocultar, negar y desmentir, sin que lo podamos comprobar, es la habitual en el negocio nuclear. La verdad es que, si no se hubiesen publicitado los hechos, seguiríamos ignorándolos y nadie nos habría informado de deficiencias tan graves como estas: «Las herramientas de prevención de errores humanos son raramente aplicadas en la planta…». «Prácticas inadecuadas y condiciones de trabajo peligrosas fueron observadas en varias ocasiones, contribuyendo a un aumento en el riesgo de accidentes». «Los operadores de la Sala de Control no responden a las alarmas de forma cuidadosa y deliberada». «Existen todavía muchos sucesos en la planta que no son comunicados». «El control de las fuentes de ignición no minimiza la probabilidad de incendios». «La fiabilidad del sistema de detección de incendios está deteriorándose y la obsolescencia de los equipos está empezando a causar problemas a Operación y Mantenimiento». Son extractos de algunas de las 36 fichas de deficiencias que se encontraron en esta revisión por expertos de otras centrales nucleares a nivel internacional.

Ahora que el Gobierno español está a punto de conceder una prórroga inexplicable de diez años más de vida a una nuclear con 37 de antigüedad, más que amortizada y caduca, es el momento de recordar que cada año que siga funcionando es un año más que nos exponemos, toda la población valenciana, a un riesgo muy serio, de los más serios que podamos imaginar. ¿Que la nuclear es segura? Seguro que sí, tan segura como eran las de Harrisburg, Chernóbil y Fukushima el día antes de que pasara lo que nos hace recordarlas. Los responsables de las nucleares repiten siempre que «no pasa nada», hasta que pasa. Sin embargo, en Cofrentes ya ha habido graves deficiencias como la perforación por corrosión de las tuberías del mecanismo de las barras de control de la central (CDR), elemento vital para controlar la nuclear. Tras minimizar el hallazgo, se tuvieron que cambiar todas las tuberías (240) en un largo y costoso proceso, inédito en el mundo. Dos años después se tuvieron que volver a cambiar varias de las nuevas. En otros momentos ha habido incendios en el interior de la nuclear, vertidos de líquidos radiactivos (más de 10.000 litros en una ocasión), señales de alarma que no funcionaron bien, válvulas que no respondían y errores humanos peligrosos... Un largo historial de incidentes que, por suerte, nunca han terminado en un grave accidente, hasta ahora. Pero cada día de funcionamiento es una papeleta más para la lotería. Una desafortunada combinación de uno de los múltiples defectos de funcionamiento detectados en el ‘informe Wano’ y alguno de estos fallos como los ya ocurridos podría desembocar en eso que nadie quiere ni imaginar.

Además, cada año de funcionamiento de la nuclear representa más toneladas de los residuos más peligrosos que existen. Diez años más significan más de 300 toneladas que añadir a los cientos de toneladas que se guardan en la central y que no tienen ningún destino definitivo y seguro, ni en Cofrentes ni en ningún lugar del mundo. La gestión de esos residuos genera importantes riesgos para cientos de años y elevados costes económicos, que en gran medida pagamos todos los ciudadanos. Por cierto, ninguna compañía de seguros asegura una nuclear, cosa que no se entiende, siendo tan segura…

Y todo este riesgo y este enorme costo, ¿por qué? ¿Son imprescindibles las nucleares? No lo son. Podemos prescindir de ellas ahora mismo, y podríamos haberlo hecho antes. Las mismas empresas que ahora lideran el negocio de las renovables estuvieron poniendo trabas y dificultando el despliegue de las renovables hasta amortizar sus inversiones nucleares, con la aquiescencia de gobiernos que antepusieron el negocio de unos pocos frente a los intereses de una mayoría. Veremos qué hace ahora un Gobierno que pretende ser diferente. Los grupos parlamentarios valencianos de los mismos partidos que componen el gobierno votaron a favor de que no se renovara la licencia más allá de los 30 años de vida de la nuclear. No hay ningún motivo de interés general para mantener una década más una nuclear caduca y peligrosa.