Es evidente que las noticias que a diario se publican sobre temas médicos influyen de forma significativa sobre el comportamiento de las personas, en especial de los pacientes interesados en el tema y de sus familias. En la actualidad, son incontables los artículos publicados sobre la pandemia, pero muchos de ellos no reflejan una evidencia científica. En el caso de la información sobre temas pediátricos aún se intensifica más esta influencia y origina múltiples dudas en los padres que se traducen por las numerosas cuestiones que formulan a los pediatras referentes a la salud o patología de sus hijos.

‘The New England Journal of Medicine’, una de las más prestigiosas revistas médicas, destacaba en un reciente editorial que comunicar noticias médicas es una de las grandes dificultades del periodismo, al igual que inculcar actitudes sobre el cuidado y promoción de la salud. Los medios de comunicación juegan un papel clave en la divulgación de los temas de salud, no en vano se trata de una herramienta muy eficaz para llegar al gran público de forma sencilla pero rigurosa.

Todos reconocemos que el periodismo biomédico es muy difícil de realizar, así como evitar su mala práctica, ya que es necesario huir del blanco o del negro para poder relatar una radiografía completa del asunto. La pregunta que siempre nos debemos hacer es: ¿Qué hará una persona prudente o los padres de un niño, después de leer un determinado tema que le afecte directamente? Aquí subyacen los puntos débiles del periodismo médico.

La medicina/pediatría basada en pruebas surge como un medio para que afrontemos mejor los retos de la medicina actual y que nos afectan muy de cerca: entre ellos, la existencia de una enorme información científica y en continua evolución, la exigencia de ofrecer la máxima calidad asistencial y la limitación de recursos destinados a la atención sanitaria. Quizá por ello cada vez creemos menos en las ‘noticias milagro’ o en las ‘noticias desastre’, versiones espectaculares del amarillismo en el periodismo, cuando éste no va asociado a pruebas sólidas y confirmadas, a noticias coherentes y consistentes.

Es nuestro deseo que se haga un periodismo científico merced a unos profesionales que tienen mucho de común con los médicos. Pensamos que si tuviéramos que destacar algunas de las virtudes que debe tener un buen periodista nos inclinaríamos porque fuera un apasionado de verdad, que sintiera orgullo de su profesión, que fuera autocrítico, que sintiera la necesidad de elaborar conocimientos y compartirlos, y sobre todo que mantuviera intacta su capacidad de asombro.

El periodista debe hacer del periodismo, profesión fascinante, un objetivo fundamental que es transmitir la verdad con un carácter de independencia y pluralidad. La medicina tiene muchos puntos en común con el periodismo actual, ya que el médico del siglo XXI comparte su trabajo con un equipo multidisciplinar que basándose en una serie de informaciones (historia clínica), de una exploración completa y pruebas complementarias, elabora un diagnóstico que debe comunicar a su paciente, al que le transmite la verdad de su enfermedad y que se traduce posteriormente en un tratamiento cuyo objetivo es la curación de la mente y del cuerpo.

El médico, al igual que el periodista, se siente orgulloso de su profesión y busca la verdad con independencia y absoluta libertad, pero con un profundo respeto por su paciente.

En diversas revistas sociosanitarias se ha conseguido un binomio armónico entre periodistas y un equipo multidisciplinar sanitario que buscan y transmiten la verdad científica sobre el niño y su familia. Ese es el objetivo principal.