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Pilar Galán

La médico

Me gustaría creer que con el tiempo no será necesario dedicar un día a las mujeres, ni siquiera cambiarlo de nombre y que pase de ser el día internacional de las mujeres trabajadoras al día internacional de las mujeres, en general, dedicado a su integración en la sociedad y su desarrollo como personas. A veces he estado a punto de creer que celebrarlo era algo simplemente festivo, porque habíamos dado pasos de gigante en la igualdad. Lo pensaba porque cuando era niña, solo dos o tres levantábamos la mano cuando la maestra preguntaba cuántas madres trabajaban, y la expresión más escuchada era «sus labores», si nos preguntaban a qué se dedicaban. La mía era maestra, y nos machacó a todos con que era necesario colaborar en casa. No era lo común. Padre, hermanos y hermanas participábamos en la limpieza y la compra, menos en la comida, es cierto, pero no era lo normal, ya digo. Las niñas podían estudiar lo que quisieran (hace solo ciento diez años que las mujeres pudieron matricularse en igualdad de condiciones), y el objetivo de encontrar novio o marido no era lo habitual en nuestras conversaciones. Ahora son mayoría las madres que trabajan cuando lo pregunto en clase y casi todos mis alumnos colaboran.

Durante un tiempo, la palabra feminista estuvo cargada de connotaciones negativas, como si se trabajara por la superioridad y no por la equiparación. Ahora mismo se ha llenado de otros tintes segregatorios, en una interpretación muy injusta y muy tergiversada de lo que el feminismo defiende. Poco a poco el velo se me ha ido quitando y me he vuelto no más combativa pero sí más informada, lo que viene a ser lo mismo.

Sí, hemos dado pasos de gigante, pero las mujeres cobran menos por hacer el mismo trabajo, siguen dedicando más horas al cuidado de la casa y los niños, y se les ofrece la congelación de óvulos como gran conquista para que no abandonen jóvenes el mundo laboral, cuando la conquista de verdad sería proteger a las mujeres embarazadas y darles todo tipo de facilidades para su reincorporación, sobre todo en un país que se queda sin niños a marchas forzadas. Si es que es ponerse a leer, y se abren los ojos por más que sea más cómodo mantenerlos cerrados. Así no sabríamos que la ablación, esa ignominia, amenaza en nuestra región a veintidós niñas, y a millones en el resto del mundo. Que continúan los matrimonios forzados entre niñas y adultos, las violaciones, la prostitución, el eufemismo terrible de la gestación subrogada, que deberíamos llamar por su nombre, vientre de alquiler, para que supiéramos bien de qué estamos hablando. La médico, dicen los mismos que no quieren presidentas pero sí sirvientas, y es que las palabras y lo que nombran tiene su importancia. Y sí, quisiera creer que dentro de unos años no habrá que conmemorar el ocho de marzo, o hacerlo solo de forma festiva, pero leo, me informo, y ni con pinzas puedo mantener ya los ojos cerrados.

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