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Vallina

¿Prevención o machismo?

Conscientes o no, hay un cambio de ciclo en la lucha por los derechos de las mujeres y la igualdad. La satanización del feminismo viene de largo y ahora se ha recrudecido. Si analizamos cómo se aborda desde la política, medios de comunicación o redes sociales las reivindicaciones feministas, veremos cómo toda la carcundia contra las mujeres ha logrado situarse en el centro de un debate falaz, marcando la agenda informativa y hasta los mensajes de muchos cargos públicos, supuestamente progresistas, que han terminado por asumir los postulados más reaccionarios con la excusa de la salud.

La derechas ha puesto al 8M de 2020 en el foco de la crisis sanitaria, al tiempo que, en el colmo del cinismo, exculparon un congreso con 10.000 personas, donde participó además uno de sus líderes contagiado, o minimizando los riesgos de movilizaciones contra el Gobierno.

En este año, se celebraron concentraciones y manifestaciones diversas: protestas pijas en Núñez de Balboa, desfiles cayetanos motorizados por el centro de Madrid; también manifestaciones de trabajadoras y trabajadores, de hostelería o sanidad, de agricultura o del taxi. Nadie los cuestionó ni prohibió.

Lo más reaccionario culpó al 8M de los contagios y en esas siguen. El drama es que ahora se suman voces progresistas, clamando por celebraciones virtuales, aplaudiendo a quien anuncia que se queda en casa, en vez de pedir que cualquier acto se desarrolle con todas las medidas de seguridad.

Los derechos de la mujer están en peligro, con una crisis que se ha cebado con ellas, sobrecargándolas, una vez más, con los cuidados intrafamiliares y con un discurso que, bajo la excusa de la seguridad sanitaria, esconde una clara involución, en una trampa que tenemos que denunciar.

Un 8M seguro es posible y, sobre todo, más que nunca, es imprescindible.

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